Leí el otro día en una revista que el pulpo gallego está casi en vías de extinción. Al parecer, los pescadores de pulpo ya sólo salen a su captura tres días a la semana puesto que no llegan a pescar las cantidades demandadas porque cada día se encuentran con menos pulpo. Así, su precio ha ido subiendo hasta convertirlo en una “delicatesse”, él que, hasta hace poco, era un humilde manjar cuya degustación se podían permitir hasta las economías más modestas.
En un estudio encargado por la Consellería Galega de Medio Ambiente a tres universidades gallegas, se achaca la cada vez menor presencia del pulpo en aguas gallegas al cambio climático, que también podría acabar con otras especies como la almeja babosa y el berberecho. Según dicho estudio, ”la desaparición de estas especies se debería a la subida de las temperaturas del mar y a las alteraciones en las masas de agua ricas en nutrientes”.
Pero, ¿nos hemos parado alguna vez a pensar qué es realmente un pulpo aparte de un exquisito plato gallego, una vez cocinado? En la interesante página web de las Pescaderías Coruñesas podemos leer lo siguiente sobre ese cefalópodo:
“Diversos experimentos han mostrado que (los pulpos) poseen una gran capacidad para distinguir colores y formas, pero lo más sorprendente es que son capaces de recordarlas durante más de dos años.
El pulpo tiene tres corazones. Necesita los tres para poner cumplir con sus actividades físicas (su presión es alta), él es un nadador y predador activo. Su corazón principal (llamado corazón sistemático) lleva sangre a todo el cuerpo, y sus otros dos corazones llevan sangre a las agallas, en contra de la presión. Entre los 3 corazones se dividen toda la actividad. También carecen de hemoglobina y por lo tanto poca oxigenación, esta es remplazada por otra proteína llamada "hemocianina" y le da un característico color azul a su sangre.
En invierno los pulpos comienzan a acercarse a la costa para realizar la reproducción, permaneciendo en el litoral hasta la primavera. Se reproducen sexualmente, y la hembra deja de alimentarse después de la puesta, por lo que muere tras la eclosión de los huevos. La fecundación se realiza dentro de la cavidad paleal de la hembra, en la que introduce los espermatóforos el macho, valiéndose del brazo hectocótilo. La hembra fija los huevos a las rocas, envueltos en unas cápsulas ovaladas y formando haces. Una hembra puede poner hasta 180.000 huevos en tan sólo dos semanas.
El desarrollo es directo, por lo que al nacer tiene la misma forma que de adulto pero con 3 mm de altura. Durante los tres meses siguientes la madre pulpo solo vigilará su descendencia alejando de la cueva a los predadores que quieran alimentarse de ella. Con sus tentáculos armados de poderosas ventosas pulirá la superficie exterior de la envoltura de los huevos conservándolos limpios de suciedad y vegetación.
La dedicación de la madre pulpo es tal que durante esos tres meses no abandonará ni por un segundo la cueva, ni siquiera para alimentarse. Aun si el alimento se le pusiera al alcance de los tentáculos, ella seguirá limpiando sus huevos sin prestarle atención. Al cabo de este tiempo los pequeños pulpos nacerán y su madre, exhausta por tantos cuidados morirá irremediablemente.
El ritmo de crecimiento es muy rápido durante las primeras fases del mismo. En el primer mes, los pulpillos llevan una vida pelágica. Pasado este tiempo miden 4 o 5 cm. y dejan la vida natatoria comenzando la bentónica. Alcanzan la madurez sexual antes del año de edad.
La especie de mayor tamaño es el Pulpo gigante del Pacífico Norte Octopus dofleini, que mide entre 4 a 5 m. y pesa 50 kg., aunque algunos llegan a medir casi diez metros y pesar más de 200 Kg. Vive en las profundidades frente a la costa canadiense del Pacífico. En julio de 2003 fue encontrado en las costas de Chile un extraño ejemplar de más de 12 metros.”
Hasta aquí la descripción de Pescaderías Coruñesas.
En Galicia, la técnica empleada para capturar al pulpo es selectiva y se hace básicamente con nasas (especie de cestos que sirven de trampas), que se largan en tandas de unas 30 nasas cada una, unidas entre sí por un cabo llamado madre y con una baliza a cada extremo para su recogida.
Si, como se viene advirtiendo desde hace algún tiempo, la desaparición del pulpo de las rías gallegas es inminente debido al cambio climático, esto supondría una auténtica catástrofe, ya que su pesca, artesanal y mayormente orientada al sustento familiar, se transmite de generación en generación y sirve para dar sustento a muchas familias de escasos recursos aparte de la pesca del pulpo.
Pero una gran parte de culpa hay que achacársela a la sobrepesca y al no haber sabido respetar los periodos de veda, con el fin de darles un descanso a los pulpos para volver a repoblarse y a que tengan tiempo para crecer antes de que se pueda volver de nuevo a su captura. Pero ¿cómo se van a reponer los pobres cefalópodos si el tiempo de veda en Galicia es bastante corto (de finales de mayo a principios de julio), mientras que en Asturias va del 1 de junio al 31 de octubre?
La diferencia en la extensión de los tiempos de veda se debe probablemente a las innumerables fiestas del pulpo que, precisamente en la temporada veraniega, tienen lugar en diversas localidades costeras gallegas, cuya principal fuente de ingresos es el turismo. La más importante es, sin duda, la del municipio de O Carballiño (cuyo alcalde se hizo famoso por intentar comprar a los alemanes al pulpo Paul, el agorero del Mundial de Fútbol), que este año ha conseguido entrar por segunda vez en el libro Guiness de los récords con una tapa de pulpo gigante preparada con 140 kg de pulpo.
O sea que los gallegos se quejan por una parte de la excesiva explotación del pulpo autóctono, que va perdiendo presencia en las rías, lo que hace que (con gran mosqueo de los pescadores locales) se tenga que echar mano a menudo de pulpos procedentes de Africa o Asia (de menor calidad) y, por la otra, fijan un tiempo de veda ridículo y, a ojos vistas insuficiente, para poder devorar impunemente ingentes cantidades de pulpo durante las fiestas locales.
Con lo que, una vez más, se demuestra que es muy cierto el refrán ese de que “no se puede estar en misa y repicando”. O lo uno o lo otro, señores míos. Y si el pulpo desaparece del litoral gallego, luego no se quejen.
Margarita Rey
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