Como ustedes saben, democracia es un antiguo vocablo griego, compuesto de “demos” (pueblo) y “kratos” (Estado). Sugiere que el Estado es el pueblo, es decir, que los ciudadanos somos el Estado y que éste ha de estar a nuestro servicio. Por desgracia, en la praxis suele ser al revés, no sólo en las dictaduras, sino también en las democracias. En la brutal crisis que vivimos se está creando en los estados democráticos una conciencia ciudadana (“Indignados”), que reivindica una (urgente) reforma de la democracia, para volver a poner las cosas en su sitio.
En primer plano está la llamada “clase política”, que, en todos los partidos, ha adquirido un tufillo de “mafia”, en la que un diputado gana unos 6.400 euros limpios al mes, con dietas, pluses e indemnizaciones, automóvil y móvil. En comparación a la responsabilidad de su cargo, el jefe de gobierno no gana mucho más (Zapatero gana 7.665 euros netos al mes).
Sin embargo, lo que más llama la atención es el trato de favor que tiene la clase política a la hora de tributar. Un diputado tan sólo tributa por su sueldo base inicial de 3.126,52 euros/mes (43.771,28 brutos/año), al que se le aplica un tipo del 37%. El resto de su sueldo (más de la mitad) queda libre de impuestos. Así, al final el tipo real de tributación es del 17% en el IRPF, más o menos el que se aplica a un mileurista. Por eso, quien no sea tan afortunado como los diputados (la mayoría de los ciudadanos), se lleva el consiguiente cabreo al ver el hemiciclo del Congreso casi vacío, en sesiones importantes para el pueblo.
Otro paso que habría que dar es que el político tenga más proximidad al “pueblo”. En caso de graves problemas (por ejemplo los barrios marginales), el político responsable tendría que acudir personalmente al lugar en cuestión, tomar buena nota de lo que vea y poner en marcha toda la maquinaria de la que dispone para solucionar el problema. Los políticos se han acostumbrado a ser “gente muy importante” a quienes, a lo sumo, se les ve declamando su sabiduría en la televisión. Todo teoría y blablablá.
Otro motivo de cólera de los ciudadanos son los numerosos escándalos de corrupción (en los diversos países), en los que políticos aparecen implicados cuando no imputados. Ello lleva a que la sociedad empiece a no creer en la democracia. Desde los griegos, la democracia es el mejor sistema político, (siempre que no se adultere), que conocemos, por eso es tan necesario renovar la democracia apartando de ella a todos los políticos ambiciosos, prepotentes y corruptos. Y crear una nueva filosofía política en la que la ética sea el pivote en torno al que gire el acontecer político. La crisis que estamos viviendo no es una crisis de la democracia, sino el desafío de un capitalismo a la deriva, sin lucrativos adversarios como el comunismo, para aniquilar nuestras libertades, que le estorban.
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