Tal vez a finales de este siglo será obsoleta esta castiza frase. Cada vez más centros hispano-chinos se están abriendo en España. Objetivo: intensificar la integración de los ciudadanos chinos en nuestro país, facilitar a los españoles el aprendizaje de esta poderosa lengua y asegurar que las generaciones de chinos nacidos en España no pierdan su lengua materna ni el conocimiento de las costumbres del país de sus ancestros. En España residen actualmente más de 100.000 chinos.
Para los españoles, la vida de los chinos en nuestro país sigue siendo un misterio. Casi nada se sabe de ellos. Se conocen sólo por sus restaurantes, sus tiendas-colmados que venden mucho más barato que los demás establecimientos. Acercar a los españoles a sus vecinos del Sol Naciente es la meta primordial de los círculos culturales hispanochinos. También interesa mucho a España tender puentes con el inmenso país asiático.
Cuando queremos presumir de “potencia mundial” recurrimos al trillado número de los 400 millones de hispanohablantes. ¿Qué es esta cifra en comparación con las 1.600 millones de personas que hablan chino, siendo el “dialecto culto”, la lengua standard, el chino mandarín. Lo más difícil del chino me parece el alfabeto, que no se basa en fonemas, sino en símbolos. Un amigo mío chino me dijo que él no dialogaba consigo mismo (lo conocido por los lingüistas como “diálogo interno”), sino que pensaba en conceptos y en imágines.
China, el país más poblado del mundo, está llamada a ser en el futuro la potencia líder universal.
¿Quién de nuestros raídos y bisoños políticos estaría en condiciones de dirigir un país con tamaña densidad de población? Aunque hay que apuntar que China es una dictadura comunista-capitalista, en la que no se respetan los derechos humanos y se ejecuta con mucha frecuencia la pena de muerte. Los dirigentes chinos parecen pensar que para gobernar un país como China se necesita mano dura.
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