Pasó la “Semana Santa”. En el recuerdo, gracias a la televisión, me han quedado numerosas y llamativas imágenes. He visto a la singular, poco femenina, María Dolores de Cospedal haciendo un trechito de costalera, para luego desaparecer entre su gente. ¿Quería transmitirnos el mensajes de que su PP tendrá la fortaleza para cargar con la “pesada herencia” dejada por los socialistas?
Vi desfilar magníficas obras humanas de arte, adoradas secularmente como divinas por el pueblo, con sus hermandades, cofradías, (con sus querellas internas). No faltan, un poco perdido el paso, las autoridades. Los nazarenos (¿llevarán todavía la botella de coñac escondida debajo del hábito?). Tamborileros, trompetas. Romanos de pacotilla. Los niños, inocentes, graban el espectáculo como verídico en sus tiernas mentes (tal vez para siempre, si la luz no se hace, algún día, en sus cerebros de adultos). He visto pasar soberbios caballos, cabalgados por muy católicos señoritos con una buena moza en la grupa: ellas, muy castas, con el rostro tapado con un bello pañuelo negro.
Vi desfilar a nuestra marcial legión (no sabemos si cantaban su himno: “Soy el novio de la muerte…”). Por ver, también he visto las ancianas rezando el rosario en este “megashow” religioso, en el que también se exhiben hombres atados a maderos, gentes descalza que arrastra cadenas (¿qué pecados tan grandes habrán cometido, qué tragedia familiar desgarrará su día a día?). Todos son conscientes de que “Dios” en estos momentos está mirando a la tierra y por sus “inescrutables caminos” elegirá a sólo uno, a quién redimir de sus penas, de su dolor… Como con las quinielas, los no agraciados se consuelan: “la próxima vez será”.
¿Qué Dios es éste que gusta de jugar a la lotería con sus amados hijos de la tierra? Desde el púlpito, el clero contestará: “Para que seáis más humildes y más temerosos de “Dios”. Se entiende que esto sólo vale para el pueblo. Los de arriba, el clero, los políticos encumbrados, la patronal no están exentos de males, de enfermedades, pero no necesitan dejarse amarrar a unos maderos en forma de cruz, para ser escuchados por el Señor”.
Por si todo esto fuera poco, la televisión nos ha inundado, como siempre por estas fechas, con imponentes producciones pseudohistóricas como Ben Hur, la Túnica Sagrada, Quo Vadis o Rey de Reyes, que nos emocionan cuando vemos al pueblo miserable e inculto, aherrojado por los sátrapas.
Pasó la semana del “luto colectivo” por la dramática muerte de un judío bueno que, hace más de dos mil años, acusaba a los jerarcas de su religión de sólo perseguir el poder y el lucro y de adular a los ricos. Muerto o desaparecido Jesús (Jeshua), el cristianismo en sí fue obra de “San Pablo”, un judío latinizado de buena casa, que nombró a Pedro (“San Pedro”) primer obispo de Roma. “Petrus” sufrió una muerte terrible a manos de los esbirros del loco sanguinario Nerón, a la sazón emperador de Roma. Fue crucificado colgado de los pies. Esto es lo que se sabe con cierta certeza, basada en documentos, algunos falsificados por orden del Papa de turno, sobre la historia de los orígenes del cristianismo.
Vi desfilar magníficas obras humanas de arte, adoradas secularmente como divinas por el pueblo, con sus hermandades, cofradías, (con sus querellas internas). No faltan, un poco perdido el paso, las autoridades. Los nazarenos (¿llevarán todavía la botella de coñac escondida debajo del hábito?). Tamborileros, trompetas. Romanos de pacotilla. Los niños, inocentes, graban el espectáculo como verídico en sus tiernas mentes (tal vez para siempre, si la luz no se hace, algún día, en sus cerebros de adultos). He visto pasar soberbios caballos, cabalgados por muy católicos señoritos con una buena moza en la grupa: ellas, muy castas, con el rostro tapado con un bello pañuelo negro.
Vi desfilar a nuestra marcial legión (no sabemos si cantaban su himno: “Soy el novio de la muerte…”). Por ver, también he visto las ancianas rezando el rosario en este “megashow” religioso, en el que también se exhiben hombres atados a maderos, gentes descalza que arrastra cadenas (¿qué pecados tan grandes habrán cometido, qué tragedia familiar desgarrará su día a día?). Todos son conscientes de que “Dios” en estos momentos está mirando a la tierra y por sus “inescrutables caminos” elegirá a sólo uno, a quién redimir de sus penas, de su dolor… Como con las quinielas, los no agraciados se consuelan: “la próxima vez será”.
¿Qué Dios es éste que gusta de jugar a la lotería con sus amados hijos de la tierra? Desde el púlpito, el clero contestará: “Para que seáis más humildes y más temerosos de “Dios”. Se entiende que esto sólo vale para el pueblo. Los de arriba, el clero, los políticos encumbrados, la patronal no están exentos de males, de enfermedades, pero no necesitan dejarse amarrar a unos maderos en forma de cruz, para ser escuchados por el Señor”.
Por si todo esto fuera poco, la televisión nos ha inundado, como siempre por estas fechas, con imponentes producciones pseudohistóricas como Ben Hur, la Túnica Sagrada, Quo Vadis o Rey de Reyes, que nos emocionan cuando vemos al pueblo miserable e inculto, aherrojado por los sátrapas.
Pasó la semana del “luto colectivo” por la dramática muerte de un judío bueno que, hace más de dos mil años, acusaba a los jerarcas de su religión de sólo perseguir el poder y el lucro y de adular a los ricos. Muerto o desaparecido Jesús (Jeshua), el cristianismo en sí fue obra de “San Pablo”, un judío latinizado de buena casa, que nombró a Pedro (“San Pedro”) primer obispo de Roma. “Petrus” sufrió una muerte terrible a manos de los esbirros del loco sanguinario Nerón, a la sazón emperador de Roma. Fue crucificado colgado de los pies. Esto es lo que se sabe con cierta certeza, basada en documentos, algunos falsificados por orden del Papa de turno, sobre la historia de los orígenes del cristianismo.
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