Entre todas las festividades paganas que se celebran en España, la más arraigada y religiosa tal vez sea la popular Semana Santa. En realidad, la Semana Santa es la representación por el pueblo del camino al martirio del presunto Jesús de Nazaret, hijo de José el Carpintero y la joven María. Según los que han escrito sobre Jesús – unos niegan su existencia, otros creen aportar pruebas fehacientes de que existió-, el joven judío atacaba el fariseísmo de los judíos “ortodoxos”, que creían en Yahvé, al que Jesús consideraba un dios vengativo y cruel, pero no consta que Jesús se apartara de la iglesia judía, del judaísmo, que él quería humanizar. Si Jesús levantara la cabeza y viese el camino que tomó su filosofía, modelada por Saulo, después Paulus, San Pablo. Sangre y crueldades por todas partes en nombre de “Cristo”, una casta superpreviligiada de altos jerifaltes, más unidos al poder y al lujo que a los humildes creyentes. La tradición oficial reza que los romanos ejecutaron a Jesús en la cruz, por revolucionario. Puede que lleven razón los historiadores que afirman que fueron los propios judíos ortodoxos los que se quitaron de en medio a un “hermano” tan incómodo.
Los creyentes son en Semana Santa los auténticos actores y protagonistas. Nadie como ellos para dar vida a los Evangelios, una obra colectiva, que si la limpiamos de falsificaciones y fantasías, merece la designación de “monumento mundial de la Humanidad”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario