Más allá de la habitual guerra de cifras que se produce en estos casos, el rechazo a la reforma laboral de Rajoy tuvo muchos seguidores. Y todo ello sin contar a los que, aun rechazando esta reforma, no pudieron hacer huelga porque no tienen ningún trabajo al que poder faltar. O aquellos que no pueden permitirse el lujo de perder el salario de ese día. O a esos otros que no han secundado la huelga, no porque estén de acuerdo con las reformas, sino porque no han querido hacerles el juego a unos sindicatos que fueron cómplices con los socialistas de la situación que ahora vivimos.
Está claro que nunca han existido tantos motivos como ahora para hacerle una huelga al Gobierno. Pero también está claro que existían muchas razones para no secundarla. Y en medio de los argumentos a favor o en contra, un denominador común: el cabreo. Más que una huelga general, lo que hubo fue un cabreo general ¡Y si no que se lo pregunten a la alcaldesa y a todos los que protagonizaron la movida del pleno, dentro y fuera del Ayuntamiento! Oye, como en los viejos tiempos. Vuelve lo retro.
Unos estaban cabreados porque no les dejaban trabajar, otros porque no podían manifestarse. Y la inmensa mayoría, porque están hasta el moño de los unos, de los otros, y de los de más allá. No sé si la huelga conseguirá frenar la reforma laboral, lo dudo. Pero de lo que no tengo ninguna duda es de que la división social se ha ahondado más todavía. De que la brecha entre “la izquierda y la derecha”, como ellos se denominan, es ahora más pronunciada y de que, en medio de sus rifirrafes, existe una inmensa mayoría de trabajadores y ciudadanos, que también estamos muy cabreados. Y digo estamos, porque me cuento entre ellos.
¿Cómo no estar cabreados? Un día antes de la huelga se difundió la noticia de que el Congreso de los Diputados ha encargado a un pintor que haga el retrato del expresidente de la Cámara y socialista de pro, don José Bono, por el módico precio de 82.600 euros. O lo que es lo mismo, casi catorce millones de las antiguas pesetas. Una auténtica inmoralidad en estos tiempos, que es para estar cabreados.
Pero, en fin, esto son detallitos a los que los partidos políticos –los que gobiernan y los que ahora se manifiestan desde la oposición- parecen no dar importancia. Como tampoco se la han dado al hecho de que la abstención en las elecciones andaluzas del pasado domingo fuera de casi el 38%; más de diez puntos que en los anteriores comicios. Vamos, que los que se abstuvieron sumaron 2.353.000, mientras que el partido más votado, el PP, obtuvo 1.577.000 votos. Y algo así, que ganen los que no votan, es noticia. A la vista de los resultados electorales, con la corrupción que existe, reconforta que más de dos millones de personas hayan demostrado su cabreo con todos, no yendo a votar.
Ahora, para mantener el cortijo, el PSOE lo tendrá que compartir con IU. Pero no creo que haya ningún problema. Ya están acostumbrados a apuntalarse mutuamente cuando se necesitan. En cuanto al PP, después de perder más de cuatrocientos mil votos desde las generales, lo mejor que podía hacer Arenas es jubilarse de la política; aunque nos hayan querido vender su fracaso como un éxito electoral. ¡Qué curioso, una vez más, todos han ganado!... Y en el fondo llevan razón. Como en el palé, la banca siempre gana. Son los ciudadanos los que pierden… Y qué vamos a decir de Asturias patria querida, si la llave del Gobierno la tiene el partido que menos representación ha obtenido. ¡Cosas de esta democracia de pandereta! Aunque allí se lleven más las gaitas.
Fuente: La Verdad – Opinión – Camino a la utopía
Autora: Rosa Villada
Está claro que nunca han existido tantos motivos como ahora para hacerle una huelga al Gobierno. Pero también está claro que existían muchas razones para no secundarla. Y en medio de los argumentos a favor o en contra, un denominador común: el cabreo. Más que una huelga general, lo que hubo fue un cabreo general ¡Y si no que se lo pregunten a la alcaldesa y a todos los que protagonizaron la movida del pleno, dentro y fuera del Ayuntamiento! Oye, como en los viejos tiempos. Vuelve lo retro.
Unos estaban cabreados porque no les dejaban trabajar, otros porque no podían manifestarse. Y la inmensa mayoría, porque están hasta el moño de los unos, de los otros, y de los de más allá. No sé si la huelga conseguirá frenar la reforma laboral, lo dudo. Pero de lo que no tengo ninguna duda es de que la división social se ha ahondado más todavía. De que la brecha entre “la izquierda y la derecha”, como ellos se denominan, es ahora más pronunciada y de que, en medio de sus rifirrafes, existe una inmensa mayoría de trabajadores y ciudadanos, que también estamos muy cabreados. Y digo estamos, porque me cuento entre ellos.
¿Cómo no estar cabreados? Un día antes de la huelga se difundió la noticia de que el Congreso de los Diputados ha encargado a un pintor que haga el retrato del expresidente de la Cámara y socialista de pro, don José Bono, por el módico precio de 82.600 euros. O lo que es lo mismo, casi catorce millones de las antiguas pesetas. Una auténtica inmoralidad en estos tiempos, que es para estar cabreados.
Pero, en fin, esto son detallitos a los que los partidos políticos –los que gobiernan y los que ahora se manifiestan desde la oposición- parecen no dar importancia. Como tampoco se la han dado al hecho de que la abstención en las elecciones andaluzas del pasado domingo fuera de casi el 38%; más de diez puntos que en los anteriores comicios. Vamos, que los que se abstuvieron sumaron 2.353.000, mientras que el partido más votado, el PP, obtuvo 1.577.000 votos. Y algo así, que ganen los que no votan, es noticia. A la vista de los resultados electorales, con la corrupción que existe, reconforta que más de dos millones de personas hayan demostrado su cabreo con todos, no yendo a votar.
Ahora, para mantener el cortijo, el PSOE lo tendrá que compartir con IU. Pero no creo que haya ningún problema. Ya están acostumbrados a apuntalarse mutuamente cuando se necesitan. En cuanto al PP, después de perder más de cuatrocientos mil votos desde las generales, lo mejor que podía hacer Arenas es jubilarse de la política; aunque nos hayan querido vender su fracaso como un éxito electoral. ¡Qué curioso, una vez más, todos han ganado!... Y en el fondo llevan razón. Como en el palé, la banca siempre gana. Son los ciudadanos los que pierden… Y qué vamos a decir de Asturias patria querida, si la llave del Gobierno la tiene el partido que menos representación ha obtenido. ¡Cosas de esta democracia de pandereta! Aunque allí se lleven más las gaitas.
Fuente: La Verdad – Opinión – Camino a la utopía
Autora: Rosa Villada
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