Se desveló el misterio: la fórmula mágica para equilibrar los presupuestos del Estado, después de la rebaja, vía IRPF, a todos los perceptores de rentas del trabajo, es perdonarles la cárcel, los intereses, los recargos y hasta el 80% de los impuestos a los insolidarios que defraudan al fisco. Se llama amnistía fiscal, y cierra el círculo de la injusticia en que se ha enredado este país desde que empezaron a no salirle las cuentas.
Tiene mucha gracia que haya quien repita, comprando acríticamente la propaganda gubernamental, que los ajustes propuestos han respetado el sueldo de los funcionarios y la revalorización de las pensiones. Hagamos un simple ejemplo: si como funcionario antes el Estado me pagaba 100 y le debía 20 en impuestos, y ahora me paga 100 y le debo 22, ¿de veras el Estado me paga lo mismo que me pagaba? Y si como pensionista cobraba 100 y pagaba 20, y ahora cobro 100,5 y pago 22, ¿de veras el Estado me da más que antes? La rebaja a funcionarios y pensionistas, astutamente, ya se articuló por la vía tributaria.
Y quizá era inevitable, para cuadrar las cuentas públicas, y hasta es posible que hagan falta más recortes en el futuro. Pero si esto es así, ¿por qué no se quiere llamar al pan pan y a la bajada de sueldo bajada de sueldo? Porque eso aumenta el agravio comparativo de los ciudadanos cumplidores frente a los infractores y delincuentes, a quienes, en vez de rastrear y acosar con mayor ahínco, se les tiende el puente de plata hacia la regularización y la impunidad. Después de noviembre se endurecerá su persecución, dice el ministro de Hacienda. Ya veremos.
Como también veremos si no hay que subir el IVA, o reducir el gasto de Sanidad, o meter 50 chiquillos por aula en las escuelas públicas. Cada euro que se sume a las facturas de los bienes de primera o segunda necesidad (todos ellos sujetos al IVA), cada euro que se quite del gasto que protege al más débil, nos costará no pensar que se les ha perdonado antes a quienes nunca debió perdonárseles, a quienes con su comportamiento incívico dan un ejemplo de sabotaje y menoscabo del empeño común.
Pero aún hay más amnistiados. Todos los beneficiarios de esos gastos públicos superfluos que se mantendrán mientras se les mete mano a las cosas de comer. Cada uno tendrá su criterio al respecto. El que suscribe no puede dejar de pensar en todos esos teléfonos móviles de último modelo, en todas esas comidas en restaurantes de postín, en esos coches oficiales que alguno requiere por quintuplicado, a costa del sufrido contribuyente español. Por poner solo unos cuantos ejemplos sangrantes.
Si era para esto, se entiende que se tardara tanto en enseñar los presupuestos. El pudor estaba más que justificado.
Fuente La Voz Digital (lavozdigital.es), Cádiz
Autor: Lorenzo Silva - Opinión
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