Hoy se celebra “la Noche de San Juan”. En realidad la festividad de hoy no tiene nada que ver con San Juan, sino con las grandes fiestas paganas de antiquísimos tiempos con motivo del solsticio de verano, cuando el sol está más próximo a la Tierra, las mañanas son más cortas y los días más largos. La fiesta pagana, con grandes bacanales, comenzaba el 21 de junio, inicio del verano y concluía el 24, cuando culminaba el proceso de la instalación del verano. En la antigua Roma, el vino corría por las calles y por doquier se celebraban orgías con un desenfreno sexual. En las fiestas también participaban los primeros cristianos, que vivían entre el paganismo de los viejos dioses y diosas y la nueva creencia.
La Iglesia, maestra de las “metamorfosis”, iba tapando las fiestas paganas superponiéndoles motivos cristianos. Así habían hecho con el 25 de diciembre, el día de la gran bacanal del solsticio de invierno, colocándole encima el nacimiento de Jesús. Con el tiempo la fiesta pagana se fue vistiendo de cristiana, surgiendo un nuevo evento pagano: las Navidades, unas festividades en las que hoy en día se mezcla la religiosidad con elementos paganos y símbolos precristianos y poscristianos, como las costumbres nórdicas de Santa Claus, los abetos de Navidad con sus adornos simbólicos de la vida y la alegría de vivir, y la costumbre de hacerse regalos. Las Navidades nórdicas están también penetrando en feudos meridionales, como España, donde ya es asimismo costumbre el árbol de Navidad (además del llamado “Belén” o nacimiento), los regalos navideños, fomentados por el consumismo, que en España tiene dos ocasiones para lucrarse: Nochebuena y el día de los Reyes Magos (que son una pura invención, según reconoció recientemente el propio Papa, que también situó el lugar del nacimiento de Jesus en la casa de su padre José el Carpintero y la esposa María, en Nazaret, acabando así con la leyenda de la huida a Egipto y el nacimiento del “mesías” en un pobre establo de Belén).
Pero ahora nos ocupa la noche de hoy, la noche del solsticio de verano, que la Iglesia tapó con San Juan, pero no pudo acabar con su tradición de siglos. En España, el solsticio de verano es celebrado sobre todo en Cataluña, en parte del País Vasco y en la Comunidad valenciana, principalmente en Alicante, donde la noche del 24 de Junio se llena con el estrépito de las tracas, la cascada de luz y truenos de los magníficos fuegos artificiales y las famosas “hogueras de San Juan”, que en esta noche hacen del fuego purificador, tras los malos espíritus del invierno, el auténtico protagonista. La muchedumbre invade la calle. Los jóvenes y las jóvenes en bañador, en primera fila del fuego, piden a gritos a los bomberos que les rocíen con el agua de sus mangueras. Una gran fiesta, donde está todo el mundo, menos San Juan. Pero el santo cristiano reaparece, pasada la monumental fiesta pagana: un santo como otro cualquiera, que no puede competir con el fuego del sol y de las hogueras alicantinas.
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