En Europa occidental se ha desatado la discusión en torno al uso del velo islámico, yihab y, más todavía, de la vestimenta llamada burka, parecida a una tienda de campaña que cubre a la mujer totalmente de la cabeza a los pies, dejando dos orificios para ver. Francia ha prohibido el uso de ambas prendas en lugares y edificios públicos, estimando que se trata de la exhibición y militancia de un credo religioso. Francia, como se sabe, es un Estado laico. Los alemanes tienen grandes problemas con la integración de sus más de dos millones de turcos, cuya gran mayoría son musulmanes miltantes. España, con sus más de un millón de musulmanes, también empieza a tomar conciencia de la importancia del yihab y del burka e intenta resolver el problema con una ley sobre libertad religiosa y por la vía de la tolerancia, equivocada si se tiene en cuenta que los musulmanes persiguen sus fines a largo plazo, siendo para ellos la tolerancia una de las más importantes bazas en su estrategia.
Tiempo ha tardado Europa en comprender el auténtico problema de los inmigrantes islámicos. Por las experiencias que está haciendo se ha dado cuenta de que lo que estamos viviendo es una invasión pacífica del Islam, para la que también es muy importante la natalidad. Las mujeres islámicas llegan a tener en Europa hasta siete hijos. De esta manera, los musulmanes se van apoderando de calles y barrios enteros. Es sólo cuestión de tiempo. Berlín, con sus barrios turcos, se ha convertido en el segundo Estambul.
El pañuelo de la discordia –yihab- y el burka son dos signos de militancia islámica. Es lógica su prohibición en lugares y edificios públicos. Pero aquí hay que afinar mucho: existen jóvenes musulmanas que llevan estas prendas obligadas por sus familias; otras, empero, llevan el yihab como signo de estatus o pieza de moda. Puede también haber europeas a quienes guste el pañuelito. Los franceses son tajantes: ambas prendas prohibidas. En España se está en la discusión, inclinándose la balanza por la prohibición como en Francia. Pero entonces, podrá argumentarse, si España es un Estado aconfesional, habrán de retirarse todos los símbolos cristianos de los edificios públicos, como las escuelas o los colegios. Soy partidario del Estado laico y por lo tanto rechazo la exhibición de signos religiosos en público. Pero, en mor de lo justo, también habría que prohibir las mezquitas en Europa, que son, con las madras o escuelas coránicas, lugares de indoctrinamiento islámico e islamista. Ante la pasividad de los respectivos gobiernos, en especial el alemán, están surgiendo innumerables y grandes mezquitas en territorio europeo. En Córdoba, los musulmanes pretenden utilizar también la Mezquita para sus oraciones. En La Alhambra, he visto orar sobre una esterilla a musulmanes, que miraban hacia donde ellos presumían que está La Meca. España, con ocho siglos de ocupación árabe en nuestra Historia, es un punto muy sensible en la red islamista.
Los musulmanes nos aplican la ley del embudo. Ellos pueden tener mezquitas en Europa, pero en la mayoría de los países árabes (como Arabia Saudita) están prohibidas las iglesias cristianas, ser cristiano es un riesgo y pretender convertir a un musulmán al cristianismo está castigado con la pena de muerte. Asimismo está prohibida la exhibición de signos religiosos (una cruz colgada del cuello) en público.
La solución de los problemas del yihab y del burka ha de ser el punto de partida de una solución más amplia y consecuente, que proteja a Europa del Islam, si es que ya no es demasiado tarde. Que no se olvide lo arriba dicho: los musulmanes actúan para conseguir metas a largo plazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario