Hemos llegado ya a un extremo que nadie sabe quién es quién o qué es qué. Después de una intervención populista de la portavoz del PP en el Congreso de los Diputados, la vicepresidenta Fernández de la Vega expresó irónicamente su desconcierto preguntando a Soraya Sáenz de Santa María si el PP se iba a convertir en un partido marxista-leninista. Días antes, la Secretaria General del Partido Popular, María Dolores de Cospedal, había declarado que su partido es el que defiende los intereses de los trabajadores. ¿Cuándo veremos a la cúpula del PP cantando con el puño alzado la Internacional?
Por otra parte, forzado por las circunstancias económicas externas, el PSOE está teniendo que improvisar y practicar, rechinando los dientes, una política neoliberal, última versión del explotador capitalismo global, totalmente contraria a su programa. ¿Tendrá que mudarse el PSOE a Génova y el PP a Ferraz?
Tal vez, el PSOE, apresado en las coordenadas conservadoras de la Unión Europea, no tiene más remedio que actuar como actúa. Pero está perjudicando a su imagen y su credibilidad y habrá que esperar que no llegue el daño a la propia esencia del Partido Socialista Obrero Español. Evidentemente, el PSOE, en las actuales circunstancias económicas y políticas, no es el partido idóneo para gestionar los efectos en España de la crisis capitalista, pero tampoco lo es el PP con su desconcierto interno por los casos de corrupción, las zancadillas ocultas hacia el poder y la ausencia de personalidades competentes. Lo único que tiene el PP es un gran arsenal mediático, pero la crisis no se soluciona con invectivas contra la canciller alemana, Angela Merkel.
Cuando hasta los sindicatos piden elecciones adelantadas, Zapatero –el buen alumno de la UE-, tendría que llevar ahora mismo a cabo una remodelación total de su gobierno. Más que nunca hacen falta ministros o ministras con peso específico e incuestionable autoridad. Y España tiene que ganar en Europa el respeto que se merece como una de las grandes naciones del continente.
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