Ya estamos de vuelta de nuestras vacaciones. Hemos dejado atrás unas
fechas repletas de ilusión y alegría para los más pequeños, en las que las
familias intentan por todos los medios no agobiarse y alejar de su mente la
crisis que nos azota.
Especialmente el día de Reyes sigue siendo en España la jornada más
importante del año para los niños, aunque Papá Noel les vaya ganando cada día
más terreno (pero esto únicamente por motivos pragmáticos: para que los niños
puedan disfrutar más tiempo de los juguetes, que éste último trae el día 24 de
diciembre, casi dos semanas antes que
los Reyes de Oriente).
Pero Papá Noel no llega a pueblos y ciudades acompañado de pajes ni en
vistosas cabalgatas. Ni tampoco reparte caramelos entre los niños. La verdad
sea dicha, Papá Noel, ese barbudo anciano bonachón, es un soseras en
comparación a Melchor, Gaspar y Baltasar, a quienes, además acompaña la
tradición del Roscón de Reyes (otro motivo más para estar de su parte).
Sin embargo, ¿sabían ustedes que el Roscón de Reyes es de origen pagano? Al parecer, esta
tradición se remonta a las fiestas romanas dedicadas al dios Saturno, conocida
bajo el nombre de “saturnales”, para celebrar que los días se hacían más largos y tenían ya más luz tras el
solsticio de invierno.
Según la costumbre, se repartían tortas dulces entre la población más
necesitada. Las familias patricias también solían esconder un haba en algún
lugar de sus viviendas y mandaban a los esclavos a buscarla. El esclavo que
conseguía encontrarla era premiado con la libertad temporal mientras durase el
periodo de fiestas.
La tradición se fue transformando con el paso de los siglos y llegó a
España vía Francia hacia el siglo XVIII. Allí se llama “galette des rois” a una
torta de hojaldre rellena de pasta de almendras que se come en el norte del
país y “gâteau des rois” a un bollo típico del sur de Francia y, al parecer,
copiado de nuestro roscón.
Llegada aquí, la torta cambió su aspecto y se
hizo en forma de rosca, con o sin relleno (nata, crema, chocolate, trufa, etc.), imitando una corona
real donde las frutas escarchadas sustituyen a las piedras preciosas del tocado.
Y, además de la tradicional haba de la suerte, se le añadió una sorpresa en
forma de figurilla (antes de porcelana, ahora de plástico). El que la encuentre
en su pedazo de roscón, será coronado rey por un día, mientras que al desafortunado
que le toque el haba, le tocará pagar el roscón como castigo.
Aunque últimamente el castigo en algunas ocasiones consiste en comerse
el roscón. Pues si éste debería ser esponjoso, tierno y aromático, lo cierto es que, el año pasado y éste a
mi marido y a mí nos han tocado en suerte unos siniestros especímenes, secos e
insípidos, y eso a pesar de haberlos comprado en pastelerías supuestamente artesanas.
¿Tendríamos por ventura que dar también aquí la razón a Jorge Manrique cuando
afirmaba que “cualquier tiempo pasado fue mejor”?
Margarita
Rey
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