Doña Angela Merkel, ama
dominante, nos está metiendo prisa para que remediemos el desastre. El
naufragio español, plagiado por el crucero 'Costa Concordia', también tiene
como responsables a los capitanes del barco, que fueron los primeros en
abandonarlo, sin darle tiempo a que ocuparan las localidades preferentes a las
mujeres ni a los niños. Aquí hay dos clases de gentes: las que dicen '¡sálvese
quien pueda!' y las que no dicen nada porque están convencidos de que pase lo
que pase ellos se van a salvar siempre, amarrados a una tabla, preferentemente
a las que se le han desprendido a las tablas de la ley.
No debiera urgirnos tanto la
canciller. Estamos haciendo lo que podemos, o sea, lo que podemos hacer.
Nuestro reciente jefe de Gobierno, al que le ha caído una breva envenenada,
dice que no necesitamos que nadie nos diga lo que hay que hacer. Ya lo sabe él,
pero ignora si van a dejar que lo haga. El saqueo de España no se corrige solo
con un cambio electoral, pero por algo se empieza, aunque no sepamos cómo va a
terminar. La reforma laboral forzará fusiones bancarias para sanear los
balances ocasionados por el ladrillo. Resulta que las torres que desprecio al
aire fueron, como se lee en los clásicos que casi nadie se molesta en leer, a
su gran pesadumbre se rindieron. La Comunidad Valenciana se ha hundido, como el
crucero 'Costa Concordia', y los que llevaban el timón comprueban que se les ha
convertido en un dogal. La tierra que fuera próspera se ha transformado en
ejemplo de la ruina nacional. ¿Qué ha pasado? Sobre todo nos tenemos que
preguntar por qué ha ocurrido en tan poco tiempo y por qué hemos dejado que
ocurriera.
Saldremos de esta, pero la
señora Merkel no debe achucharnos en la salida, ya que hay grandes
aglomeraciones. Las naciones no quiebran. Lo que suelen hacer es quebrar a una
parte de sus habitantes. Probablemente la mejor, o al menos la que solo es
culpable de su inocencia.
Fuente: Hoy.es
Autor: Manuel Alcántara
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