Es un fenómeno muy estudiado
por los politólogos que el “pueblo” (¿qué es el “pueblo?), cuando las cosas van
mal (un caso extremo fueron los nazis de Hitler), se decanta por la derecha. La
izquierda, que lucha por el bienestar de los trabajadores creando nuevas clases
medias, es derrotada precisamente por la derecha, cuyo fin es que nada cambie,
que todo siga igual.
En un aproximamiento al tema,
habría que tener en cuenta, en primer lugar, el populismo, la demagogia y el cinismo de la
derecha, en su afán por conservar (poder, capital) y la ingenuidad de los desfavorecidos, que
creen que votando a la derecha van a mejorar su situación. La “clientela” de la
izquierda, que se manifiesta masivamente (ejemplo: Grecia) contra el gobierno
socialista por culparle de las duras medidas de austeridad exigidas por la UE
(Unión Europea), no sabe que están tirando piedras a su propio tejado: a la
izquierda, que procura que las medidas duelan lo menos posible y puedan ser
compensadas con otras prestaciones sociales. La derecha, por el contrario sólo
se mira a sí misma. Su proximidad al capital es innegable y con esa cercanía
quieren hacer creer que defienden los derechos del “pueblo” y el pueblo vota a
la derecha¸ siendo el primer sorprendido al constatar que él es el último en
recibir las migajas del banquete capitalista, del que la derecha, le mantiene alejado con su cinismo. Es deplorable que los
conservadores echen la culpa de la
crisis (internacional) a que “el pueblo ha vivido por encima de sus
posibilidades”, cuando quienes realmente han superado (y superan) el límite de
lo económicamente tolerable son los capitalistas. De ellos esperan la salvación
los trabadores, que siguen siendo obreros aunque ahora tengan coche y pasen las
vacaciones en países exóticos.
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