Tengo que reconocer
que me encantan las tortugas. No sé si será por su aspecto tontorrón o por sus
andares vacilantes y faltos de gracia, pero lo cierto es que me causan una
especial ternura.
Hace algunos meses
les presentaba a las “tortugas moras”. Hoy le toca el turno a la “tortuga boba”,
la caretta caretta. Disculpen si me repito en el tema, aunque lo
cierto es que las dos especies poco tienen que ver la una con la otra, puesto
que la “tortuga mora” es de tierra y la “boba”, de agua.
Esta especie de
tortuga marina es la más frecuente en el Mediterráneo. Sin embargo, la
disminución de sus poblaciones es francamente alarmante Diversos estudios
señalan que las poblaciones de tortugas que se encuentran en nuestras costas
provienen del Caribe.
La especie que hoy
nos ocupa es la “tortuga boba” que desova en Cabo Verde. Vive en aguas
profundas y a menudo se halla cerca de la costa. Es omnívora con hábitos carnívoros.
En Cabo Verde las matan para comérselas. Por ello, en la actualidad se utilizan
nuevas técnicas para que esas tortugas aniden en Canarias y en el Cabo de Gata.
Se crean nidos artificiales y se trasladan las tortugas a estos lugares, fuera
de la ruta habitual de las tortugas, manipulándolas lo mínimo para evitarles el
estrés.
Los primeros años del
crecimiento de la tortuga boba son un enigma, por lo que los científicos
trabajan en un terreno virgen. Hay muchos misterios por resolver, entre ellos
por qué las tortugas crecidas en cautividad en sus nuevos hábitats siguen
volviendo a las playas de Cabo Verde para desovar. Todo parece indicar que se
trata de memoria genética y es muy posible que con el tiempo se consiga
“cambiarles el chip”. Pero, de momento, todavía no se ha encontrado ningún
medio para neutralizar ese hábito que les cuesta, año tras año, masivamente la
vida.
Lo que está claro es
que el hombre es el único ser capaz de salvarlas, a pesar de haber sido él el
principal causante de que la tortuga boba se encuentre ahora al borde de la
extinción. Por una parte, la pesca exhaustiva por las flotas palangreras, los
enmallamientos accidentales en objetos flotantes o en redes de pesca, la
contaminación o el comercio ilegal y, por otro, el consumo de su carne por los
habitantes de Cabo Verde que la consideran como una “delicatesse”.
Margarita Rey
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