Uno de los hechos, que más indignan a la sociedad, es la llamada “violencia de género”. En el pasado año se registraron en España más de medio millar de mujeres muertas por su pareja. El número real de víctimas no puede ser registrado dadas las extrañas circunstancias en la que se producen fallecimientos femeninos o desapariciones que no dejan rastro. La violencia de género no es privativa de España. En los países del resto de Europa también se dan homicidios o asesinatos espeluznantes de mujeres, o secuestro y violaciones de hijas. ¿En qué mundo vivimos? Pero tampoco cabe culpar a nuestro tiempo de tan repugnantes acciones. En todos los tiempos las ha habido, pero hoy ya no es como en la antigüedad, cuando la mujer era solamente un objeto del hombre. Y ¿no es también criminal violencia de género cuando en países musulmanes se lapida a mujeres sólo por la sospecha de haber cometido adulterio? Amnistía Internacional lucha denodadamente contra esa bárbara “justicia”.
A las mujeres maltratadas se les aconseja que denuncien a su pareja. Pero muchas de las mujeres tienen miedo y con razón, en tanto no esté garantizada su seguridad después de la denuncia. En países europeos existen casas de acogida y ayuda a las mujeres amenazadas, adonde difícilmente tienen acceso los maltratadotes. También en España hay, por iniciativa privada, algunos hogares para las mujeres que sufren malos tratos. Pero en general, la (futura) víctima vive sola en su casa o con el maltratador. Una llamada a la policía no sirve de mucho, ya que la policía no puede estar en todas partes, y cuando llegan al domicilio de la denuncia, en la mayoría de los casos ya ha sucedido la tragedia.
Se imponen medidas más severas y efectivas. La orden de alejamiento, la pulsera electrónica o el busca sirven de poco cuando alguien está decidido a matar. En lo que respecta a rendir cuentas ante la justicia, los casos se complican. Los maltratadotes no son personas normales, sino acuñadas por un hogar infantil problemático. La mayoría de estos homicidas son alcohólicos y drogadictos y cometen sus sangrientas acciones bajo los efectos de las drogas. La cárcel no es el lugar indicado para ellos. Cuando estén de nuevo en libertad, pueden reincidir. Lo correcto y más eficaz en los casos de violencia doméstica es ingresar al sentenciado en un complejo psiquiátrico cerrado, donde, a la vez que cumple su pena, quizá pueda ser curado y rehabilitado para la sociedad. Difícil, pero en algunos casos, posible.
A las mujeres maltratadas se les aconseja que denuncien a su pareja. Pero muchas de las mujeres tienen miedo y con razón, en tanto no esté garantizada su seguridad después de la denuncia. En países europeos existen casas de acogida y ayuda a las mujeres amenazadas, adonde difícilmente tienen acceso los maltratadotes. También en España hay, por iniciativa privada, algunos hogares para las mujeres que sufren malos tratos. Pero en general, la (futura) víctima vive sola en su casa o con el maltratador. Una llamada a la policía no sirve de mucho, ya que la policía no puede estar en todas partes, y cuando llegan al domicilio de la denuncia, en la mayoría de los casos ya ha sucedido la tragedia.
Se imponen medidas más severas y efectivas. La orden de alejamiento, la pulsera electrónica o el busca sirven de poco cuando alguien está decidido a matar. En lo que respecta a rendir cuentas ante la justicia, los casos se complican. Los maltratadotes no son personas normales, sino acuñadas por un hogar infantil problemático. La mayoría de estos homicidas son alcohólicos y drogadictos y cometen sus sangrientas acciones bajo los efectos de las drogas. La cárcel no es el lugar indicado para ellos. Cuando estén de nuevo en libertad, pueden reincidir. Lo correcto y más eficaz en los casos de violencia doméstica es ingresar al sentenciado en un complejo psiquiátrico cerrado, donde, a la vez que cumple su pena, quizá pueda ser curado y rehabilitado para la sociedad. Difícil, pero en algunos casos, posible.
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