“Todas las personas mayores fueron al principio niños”. = Esta bella frase forma parte de la dedicatoria de Antoine de Saint Exupéry (1900 – 1944) a su mejor amigo León Werth en esa joya literaria que es “El Principito”. “El principito” (en francés, “Le petit prince” = “El pequeño príncipe”), aunque así pueda parecerlo en un principio, no es un libro sólo para niños. De hecho, los que lo hemos leído en nuestra niñez no hemos llegado a captar toda la filosofía de la obra hasta que hemos analizado su contenido ya de adultos. Saint Exupéry fue un aviador francés que alternaba su trabajo de piloto comercial (fue pionero en ese campo) con las letras. Publicó con éxito diversos libros: “Correo del Sur”, “Vuelo nocturno”, “Tierra de hombres”, en los que daba una visión bastante romántica de la profesión de piloto. Su espíritu libre y aventurero (era también un mujeriego redomado, por lo que su tormentoso matrimonio con la escritora salvadoreña Consuelo Carrillo acabó por naufragar) le llevó en repetidas ocasiones al Norte de África y a Suramérica como corresponsal de varias publicaciones francesas. Durante la Guerra Civil española, el intrépido Antoine participó activamente en la contienda al lado del bando republicano mientras firmaba artículos para el periódico “L´Intransigeant”. A principios de la II. Guerra Mundial, Saint Exupéry se enroló en las Fuerzas Aliadas y siguió escribiendo y publicando, primero “Piloto de guerra”, seguido de “Diario de un rehén” y, finalmente, el relato que le proporcionaría fama mundial: “El Principito”, que él mismo ilustró. El cuento fue traducido a múltiples idiomas (se habla de 180) y alcanzó un récord de ventas a nivel mundial. Su sentido del deber y su amor por la libertad le llevaron a unirse a la resistencia francesa contra el enemigo alemán, que desde 1940 había ocupado Francia. En un vuelo de reconocimiento a finales de julio de 1944, fue abatido sobre la costa de Marsella por un avión de la Luftwaffe (Fuerzas Aéreas Alemanas). Pero no fueron sus gestas como aviador las que le inmortalizaron, sino las frases alegóricas que pone en boca de los personajes que aparecen en “El Principito” (el zorro, la boa, la rosa, el rey, el vanidoso, etc.). El espíritu que el autor pretendía transmitir al lector en esa maravillosa fábula, ha perdurado hasta hoy. Las enseñanzas son, entre otras: que lo esencial no es aquello que se percibe de inmediato mas lo que no se ve; que nuestros sueños o ilusiones se pueden cumplir si ponemos todo nuestro empeño en ello; que no vale la pena vivir en un mundo sin amor, amistad o ternura; que saber prescindir de bienes materiales y despojarnos del orgullo y de la vanidad nos hará alcanzar la paz interna y, como meta final, la felicidad.
“La abundancia da arrogancia”. = Cuando se tiene más bienes que los demás, esto predispone a la soberbia y a la arrogancia.
“A ayer lo conocí, pero a mañana nunca lo vi”. = Si te he visto, no me acuerdo. Ayer me servía, hoy no me hace ya falta, por eso lo pierdo de vista.
“Barriga llena, corazón contento”. = Quien ha comido bien está predispuesto al buen humor.
“Madre es la que cría, no la que pare”. = Criar a una niña o a niño requiere mucho tiempo y dedicación. De ahí nace el amor maternal y filial. Parir es un momento, y más si la madre biológica rechaza al bebé (puede ser un bebé no deseado o el fruto de una violación). Una madre adoptiva puede dar a la criatura abandonada todo el cariño que su madre es incapaz de darle.
“Palos con gusto no duelen”. = No podemos quejarnos de algo desagradable cuando lo hacemos por gusto. Variante: “Sarna con gusto no pica”.
Una pena que la traducción consagrada en español (la de bonifacio del Carril) sea tan mala... En la dedicatoria dice: "Todas las personas fueron primero niños (aunque pocas lo recuerdan)", que no es lo mismo que "en principio", ¿no?
ResponderEliminarPequeña puntualización sobre Saint-Exupéry: nunca estuvo en la resistencia. Se unió como militar a su antigua escuadrilla aérea, con base en Córcega.