Por los años 50 y a partir de los 60 del pasado siglo, el régimen abrió la mano y “permitió” que varios millones de españoles abandonaran la “España, una, grande y libre”, dirigiéndose hacia Latinoamérica y otros a Centroeuropa. En los países allende los Pirineos se establecieron unos dos millones de españoles, humildes campesinos y menestrales sin oficio.
Sólo en la República Federal de Alemania residieron unos 400.000 españoles. Lo primero que hicieron al recibir el primer jornal fue comprarse un pequeño transistor. A partir de 1964 incluso podían escuchar un programa en español, que dirigía un servidor, que aliviaba su nostalgia con noticias de la realidad del régimen, saludos de sus familiares en España y música española. Los emigrantes españoles hallaban fríos a los alemanes y se sentían rechazados. Pero también hubo –una minoría- alemanes que confraternizaron con ellos y empezaron a darse los matrimonios mixtos. Lugar preferido de los alemanes, que estudiaban castellano, eran los Centros Españoles, donde había buena cocina española, en algunos casos, y donde se podía practicar el español. La gran pesadilla de los emigrantes (Gastarbeiter -trabajadores huéspedes- los llamaban por entonces con un cierto tonillo racista) era la lengua, el alemán. A duras penas aprendieron a decir “gutte Morguen” o “gutte Takk” (bien dicho: “guten Morgen”, “guten Tag”).
En la actualidad todo eso pertenece al pasado. Muchos hijos de emigrantes tienen hoy carreras universitarias y no faltan las lumbreras en las respectivas ocupaciones. En Alemania han quedado unos 130. 000 españoles de la primera generación. Los hijos y los nietos tiran mucho. Las vacaciones las pasan en España, esta España nueva que tanto nos choca.
Pero lo que son las cosas. Lo mismo que un elevado número de alemanes (ingenieros, dentistas, médicos…) se ha mudado a España, donde no les faltan clientes (en la Costa Blanca se estima que residen unos 600.000 alemanes), también emigran a Hispanoamérica, Portugal, Dinamarca, los Países Bajos y, especialmente, a Alemania, científicos españoles: doctores en medicina, especialistas en informática e ingenieros. Zapatero con los más de 4 millones de parados al cuello, necesita ayuda de Europa. La canciller alemana ha ofrecido a su colega español que le envíe miles de profesionales españoles. No es tonta Frau Merkel: con los profesionales españoles se palian los déficits creados por la emigración, se ahorran euros y, en el caso de los médicos, se descarga de trabajo a los facultativos germanos en los hospitales del país.
Estos emigrantes no tendrán que viajar con una maleta de cartón amarrada con cuerdas. No tendrán problemas para comunicarse en España: tienen móvil y un ordenador portátil. Además, para ellos el alemán no será una frontera. Todos hablan inglés, que será la lengua de sus futuros empleos.
Señor Zapatero, ¿tiene usted algo que decir? Seguimos siendo un país de emigración, ¿es que España no necesita cerebros? Y mientras exhibimos más de 4 millones de parados, nos invaden centenares de millares de inmigrantes que se buscan aquí la vida.
Sólo en la República Federal de Alemania residieron unos 400.000 españoles. Lo primero que hicieron al recibir el primer jornal fue comprarse un pequeño transistor. A partir de 1964 incluso podían escuchar un programa en español, que dirigía un servidor, que aliviaba su nostalgia con noticias de la realidad del régimen, saludos de sus familiares en España y música española. Los emigrantes españoles hallaban fríos a los alemanes y se sentían rechazados. Pero también hubo –una minoría- alemanes que confraternizaron con ellos y empezaron a darse los matrimonios mixtos. Lugar preferido de los alemanes, que estudiaban castellano, eran los Centros Españoles, donde había buena cocina española, en algunos casos, y donde se podía practicar el español. La gran pesadilla de los emigrantes (Gastarbeiter -trabajadores huéspedes- los llamaban por entonces con un cierto tonillo racista) era la lengua, el alemán. A duras penas aprendieron a decir “gutte Morguen” o “gutte Takk” (bien dicho: “guten Morgen”, “guten Tag”).
En la actualidad todo eso pertenece al pasado. Muchos hijos de emigrantes tienen hoy carreras universitarias y no faltan las lumbreras en las respectivas ocupaciones. En Alemania han quedado unos 130. 000 españoles de la primera generación. Los hijos y los nietos tiran mucho. Las vacaciones las pasan en España, esta España nueva que tanto nos choca.
Pero lo que son las cosas. Lo mismo que un elevado número de alemanes (ingenieros, dentistas, médicos…) se ha mudado a España, donde no les faltan clientes (en la Costa Blanca se estima que residen unos 600.000 alemanes), también emigran a Hispanoamérica, Portugal, Dinamarca, los Países Bajos y, especialmente, a Alemania, científicos españoles: doctores en medicina, especialistas en informática e ingenieros. Zapatero con los más de 4 millones de parados al cuello, necesita ayuda de Europa. La canciller alemana ha ofrecido a su colega español que le envíe miles de profesionales españoles. No es tonta Frau Merkel: con los profesionales españoles se palian los déficits creados por la emigración, se ahorran euros y, en el caso de los médicos, se descarga de trabajo a los facultativos germanos en los hospitales del país.
Estos emigrantes no tendrán que viajar con una maleta de cartón amarrada con cuerdas. No tendrán problemas para comunicarse en España: tienen móvil y un ordenador portátil. Además, para ellos el alemán no será una frontera. Todos hablan inglés, que será la lengua de sus futuros empleos.
Señor Zapatero, ¿tiene usted algo que decir? Seguimos siendo un país de emigración, ¿es que España no necesita cerebros? Y mientras exhibimos más de 4 millones de parados, nos invaden centenares de millares de inmigrantes que se buscan aquí la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario