sábado, 29 de enero de 2011

Nuestra lengua: "Criticón"


“Ser un criticón”. = Alguien que está permanentemente poniéndolo todo en tela de juicio porque se cree en posesión de la verdad. Su crítica no es constructiva sino que, a menudo, se convierte en un ataque personal. Probablemente, la expresión tenga su raíz en la obra del mismo nombre de Baltasar Gracián (1601 -1658), que muchos consideran una de las mayores aportaciones de nuestro país a la literatura universal. De hecho, “El Criticón” fue el libro favorito de dos grandes figuras alemanas tan dispares como Goethe y Schopenhauer, quienes le consideraban el mejor escritor de todos los tiempos, a pesar de que únicamente conocían la traducción y no la versión original de sus obras. Baltasar Gracián, uno de los máximos exponentes de la literatura barroca española, fue un jesuita irreverente e insumiso (más que sermones escribía soflamas), lo que le atrajo más de una vez la ira de sus superiores. Por ello y para evitar censuras, Gracián escribió casi todas sus obras, bajo el nombre de su hermano Lorenzo Gracián o con seudónimo (García de Marrones). Gracián siempre se las arregló para poder compaginar sus tareas religiosas con las letras y nos dejó un importante legado: El Héroe (1637); El Político (1640); El Arte de Ingenio (1641); El Discreto y Relación sobre el socorro de Lérida (ambas 1646); El Oráculo (1647); La Agudeza (1648), El Criticón (1651, 1653 y 1657); El Comulgatorio (1655), así como otras dos obras desaparecidas y que se conocen sólo por referencia: El Varón Atento, y El Galante. “El Criticón” fue publicado en tres partes y representa una alegoría moral de la vida humana en sus tres fases: la niñez y primera juventud, la edad adulta y la vejez. El tono de la trilogía es desilusionado, casi pesimista. Pese a su alto contenido didáctico y filosófico-moral, después de la publicación de la tercera parte de “El Criticón”, Gracián recibió en 1658 una reprensión pública por parte de la alta jerarquía de su orden (con ayuno a pan y agua) y fue destituido de su Cátedra de Escritura en Zaragoza. Dolido y amargado, nunca se recuperó de la vejación sufrida y su salud se resintió. Aunque fue rehabilitado, Baltasar Gracián no soportó el crudo invierno en su exilio moncayés y murió en Tarazona (Zaragoza) en diciembre de ese mismo año.
Frases célebres de Gracián: “El primer paso de la ignorancia es presumir de saber”; “Ciencia sin seso, locura doble”; “Cada uno muestra lo que es en los amigos que tiene”; “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”.


“A hombre hablador e indiscreto, no confíes tu secreto”. = Hay que tener mucho cuidado a quién confiamos nuestros secretos. Un parlanchín o una parlanchina no son fiables como depositarios de confidencias.

“Caer de la sartén y dar en las brasas”. = Si no estamos atentos a lo que hacemos puede suceder que un problema pequeño se convierta en grande.

“Entre pillos anda el juego”. =Se dice cuando un grupo de gente astuta y sin escrúpulos se une para hacer algunas de las suyas.

“Quien pregunta lo que no debe, oirá lo que no quiere”. = Quiere decir que tenemos que ser discretos en nuestras conversaciones.

“Amigo de muchos, amigo de ninguno”. = Los buenos amigos se pueden contar con los dedos de una mano. Quien presume de tener muchos amigos no tiene en realidad ningún buen amigo. Otra cosa son “los conocidos”.

“Alá es grande, pero ata bien tu camello”. = No te fíes y toma tus precauciones. Variante: “Fíate de la Virgen y no corras.

“En hombre rico, no repares si es feo o bonito”. = El dinero convierte en atractivo al hombre feo.

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