El 2 de enero entró en vigor la ley antitabaco del Ministerio de Sanidad. Desde ese día, los fumadores no podrán fumar en lugares públicos e incluso en parques y jardines con zonas infantiles. Las multas pueden llegar de los 30 euros (los fumadores) a 610 y 1.000 euros (los hosteleros). Por supuesto estará estrictamente prohibido fumar en hospitales. El fumador tendrá que salir a la calle para dar sus caladas, mientras que en su mesa se enfría el café, al que no pocas veces seguía el cigarrillo o el puro habano. Los hosteleros temen por su negocio, lo mismo que los estanqueros. Por supuesto, dejar de fumar es muy positivo, más positivo hubiese sido naturalmente no haber empezado a fumar. Empecé a lo idiota a fumar con 25 años, pero cuando ya iba por las dos cajetillas diarias, me pasé a la pipa, no porque ésta no sea también nociva –aunque algunos grados menos dañina-, sino porque con la pipa fumo menos y puedo estar horas sin fumar, sin alterarme. Los que desean que el ciudadano no fume, entre ellos los médicos, desconocen o pasan por alto que fumar es en muchos casos un ansiolítico, cuya retirada causa un síndrome similar al de retirada de una droga (incluida la ansiedad). No sería muy sensato tomar benzodiazepinas para dejar de fumar. Si lo que de verdad importa al Ministerio de Sanidad es la salud de los ciudadanos, tendría que establecer en la Sanidad Pública centros de desintoxicación con médicos, psiquiatras y psicólogos, que ayuden al fumador arrepentido (afiliado o no) a superar el mono.
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