martes, 18 de enero de 2011

Nuestra lengua: "El Villagodio"





Villagodio. = Se llama así al chuletón considerado, seguramente por su gran tamaño, como auténticamente bilbaíno (es sobradamente conocido que la mayor parte de los vascos son de buen comer). La pieza debe haber pertenecido a un novillo de unos 3 años, pesar entre un kilo y kilo y medio y tener un grosor de unos 5 – 6 cm. Se corta de la parte del lomo alto y se asa a la parrilla con o sin hueso. En el País Vasco existen un sinfín de locales especializados en este exquisito manjar, pues no todos los cocineros son capaces de sacarle todo el sabor a la carne (aparte de la buena materia prima se requiere ser un experto en el difícil arte de saber manejar la parrilla, ya que el filetón no lleva más aderezo que la sal).

Lo que pocos saben es que el origen del “villagodio” es el marqués del mismo nombre, conocido por su afición a los toros. Estamos hablando del Bilbao de principios del siglo pasado. Al pobre “marquesito” (ese era su apodo cuando todavía vivía su padre, don Alfredo), se le metió en la cabeza fundar una ganadería e incluso llegó a construir una plaza de toros en el barrio de Indautxu para que los bilbainos disfrutasen de la bravura de sus reses. Desgraciadamente para él, ya en la inauguración de la plaza, se vio que sus toros eran especimenes mansos y sin casta. El público, enojado, arrojó almohadillas y otros objetos al albero y, finalmente, abandonó airado la plaza. Los sueños de gloria del marqués se desvanecieron y, a partir de ese espantoso y ridículo episodio, se habló de la ganadería del “marquesito” como la de “los toros que sólo servían para carne”. A partir de ese momento, el pedir un “villagodio”(carne de esos novillos que no sirven nada más que para comérselos) se convirtió en una verdadera denominación de origen que se ha conservado hasta nuestros días. Y que ese episodio no es una leyenda lo corrobora el político socialista Indalecio Prieto, conocido como glotón y ferviente comedor de enormes “villagodios”, en sus memorias.

“Tener gancho”. = Ser (muy) atractivo.

“Tener malas pulgas”. = Tener muy mal genio, ser colérico o iracundo.

“Hacer cucamonas”. = Hacer mimos y caricias para conseguir algo de alguien.

“La ocasión la pintan calva”. = Es una ocasión estupenda (para hacer algo bueno o malo).

“Ser lo más (el no va más). = Lo mejor de todo.

“Menudo trasiego tengo hoy”. Un montón de trabajo. Muchas personas a las que atender.

“Ser caldo de cultivo”. = Factor o ambiente propicio para la proliferación de (micro) organismos perjudiciales. Líquido especialmente preparado para el cultivo de bacterias u otros microorganismos (en un laboratorio). En sentido figurado: lugar propicio para que se produzcan una subcultura o lacras sociales (por ejemplo, las drogas).

“Salir a hacer el caricato”. = Imitador cómico de personajes conocidos.

“La cuchara que tú cojas es con la que tú vas a comer”. = Quiere decir que cada uno se labra su destino; que, sin saberlo, cada uno elige la vida que va a llevar. La cuchara es aquí un símil para destino.

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