“Por San Juan, la sardina moja el pan”. Así reza un refrán gallego que todos ustedes comprenderán mejor cuando les explique que en Galicia es muy típico consumir sardinas asadas a la parrilla y regadas de un buen vino local en la noche de San Juan (del 23 al 24 de junio), que se celebra a tutiplén en prácticamente todos los municipios y, muy especialmente, los costeros. A esas fiestas alrededor de una de las numerosas hogueras que también son tradicionales para celebrar el solsticio (la noche más larga) de verano, se las conoce como “sardiñadas” y a las sardinas, que aún no llegaron a ser adultas, se las llama en el norte "parrochas", mientras que en las Rías Baixas se las conoce como "xoubas".
Pero en este año de crisis, una gran parte de los gallegos ha sustituido la sardina por el churrasco, dado el elevado precio del otrora humilde pescado. En efecto, la noticia cayó como una bomba y fue difundida por casi todos los medios de comunicación de nuestro país: “La sardina alcanzó en las lonjas gallegas el precio récord de cerca 300 euros la caja”. Eso hace que en algunos puestos de venta al detalle de los mercados de abastos y en pescaderías selectas alcanzase el nivel histórico de hasta a 20 euros el kilo.
El encarecimiento de este pescado azul, que justo en esta época está en su mejor momento de sabor, se debe a las reducidas capturas de los marineros (el día 22 se habían descargado apenas 750 kilos de sardina en A Coruña mientras que el año pasado por esas mismas fechas llegaron al puerto de la ciudad 25.000 kilos), unida a la especulación producida por el gran aumento de la demanda para la celebración.
Si bien muchos hosteleros a pesar de tan colosal subida se abastecieron como todos los años para preparar sus sabrosos espetos, las amas de casa se decantaron por las sardinas de importación, de calidad muy inferior a las gallegas, que se vendían en las grandes superficies a unos cuatro euros el kilo, o compraron simplemente carne o chorizos criollos para echar en el asador, rompiendo así con la tradición de comer sardinas con pan de maíz.
Pero, aunque ese típico plato juega un importante papel en la fiesta de San Juan (San Xoán), es el fuego el protagonista indiscutible de esa noche mágica. Son más que numerosas las hogueras que se encienden por todo el territorio gallego como costumbre ancestral para tratar de ahuyentar a los malos espíritus y a las "meigas" (brujas) con el poder purificador de las llamas.
Claro que si la economía familiar no ha dado este año para sardinas, otras tradiciones son completamente gratuitas (o casi), como por ejemplo “el agua de San Juan”. Para prepararla, los vecinos van a buscar al monte (o compran en manojos en alguno de los muchos puestecillos habilitados especialmente para ello) diversas hierbas aromáticas y flores que se ponen a macerar en agua de lluvia o se colocan fuera, en un cuenco, para que se impregnen del rocío de la noche. Dice la superstición que forma parte de la idiosincrasia gallega (“las meigas, habelas hailas “) que, para librarse del mal de ojo o conseguir una bonita y tersa piel, es suficiente lavarse la cara el día de San Juan, nada más levantarse, con el agua aromatizada con las hierbas o con el rocío que los ramilletes han recogido.
Los arraigos populares están siempre presentes en las fiestas gallegas y abarcan todas las edades. En la de San Juan son sin embargo los jóvenes (por su mayor agilidad) los que más participan en algunos rituales, especialmente a la hora de saltar las hogueras (”caxadas”), cuendo suenan las doce campanadas que marcan el comienzo del día 24 de junio. Según un antiguo mito, aquel que consiga saltar la hoguera tendrá todo un año de buena suerte por delante.
Margarita Rey
No hay comentarios:
Publicar un comentario