Los españoles hemos cometido muchos errores, y asumimos que tenemos que pagarlos. Nos equivocamos cuando en plena burbuja inmobiliaria nos dejamos arrastrar por la codicia. La Ley del Suelo de 1998 permitía urbanizar casi cualquier terreno. Y creíamos erróneamente que podríamos construir viviendas en cualquier lugar y en cuantía ilimitada. Creíamos que todo se vendería, porque la tercera edad de Europa invertiría sus ahorros para vivir en España. Además, pensábamos que, al implantarse el euro, mucho dinero negro en pesetas tenía que aflorar. Y se entendía que todo el dinero negro se invertiría en la segunda, tercera o cuarta residencia. Cuando la burbuja estalló, nos dimos cuenta de nuestro error: la demanda no era ilimitada y los costes habían sido excesivos.
Nuestro Gobierno, presidido por Rodríguez Zapatero, se equivocó en el año 2008 al no querer reconocer la realidad y la gravedad de la crisis. Perdimos un tiempo valiosísimo. En mayo de 2010, el presidente del Gobierno, presionado por Europa, reconoció su error y cambió su política, afrontando una serie de reformas muy necesarias, pero muy impopulares, que terminaron causando la ruina electoral del PSOE. En ese momento, nuestra oposición, presidida por Rajoy, también se equivocó. Debería haber apoyado las reformas del Gobierno Zapatero, por simple patriotismo. Y no lo hizo. Eta semana, en la sesión de control, algunos diputados le han recordado a Cristóbal Montoro cuando en esos tiempos, por los pasillos del Congreso, les iba diciendo a los otros grupos parlamentarios que no apoyasen al Gobierno de Zapatero, que dejasen que España se hundiera, y que ya vendría después el PP a salvarla.
Nuestro actual Gobierno, presidido por Rajoy, se ha equivocado al acusar públicamente al Gobierno anterior de falsear las cifras del déficit, pues esto no ha restado mucha credibilidad como Estado ante la Unión Europea. Y nuestro presidente se ha equivocado demorando la aprobación de los Presupuestos, para que las medidas duras no impidieran la victoria electoral de Javier Arenas en Andalucía. Nuestro Gobierno se ha equivocado desprestigiando ante toda Europa al Banco de España. Y se ha equivocado al gestionar la crisis de Bankia. Y se ha equivocado al mostrarse arrogante antes quienes acababan de autorizar un crédito a nuestra disposición de 100.000 millones de euros.
Algunos podrían recordarnos todavía más errores. Y seguramente tendrían razón. Pues bien, los españoles los asumimos todos. Todos son nuestros, independientemente de que procedan de Zapatero, de Rajoy, del Banco de España, de los gestores de Bankia, o de la codicia que nos obnubiló a todos durante años. Todos los errores son nuestros y estamos dispuestos a pagar por ellos.
Ahora bien, del mismo modo que reconocemos nuestras culpas, también tenemos derecho a exigir solidaridad a nuestros socios de la Unión Europea. Porque no todos los errores han sido nuestros. Como tampoco lo han sido los de Grecia ni de Italia. Por el contrario, ha habido errores muy importantes que deben ser asumidos por todos los europeos, porque de ellos todos somos culpables. También Alemania. El principal de ellos, la implantación del euro. Si la soberbia nos lo permite, ya va siendo hora de que la señora Merkel y sus acólitos reconozcan abiertamente de haber implantado una moneda única sin un gobierno económico único. Establecer una moneda única para países de tan distintos sistemas económicos y de tan diferentes culturas, sin un gobierno económico único, fue un tremendo disparate. Algunos ya lo advertimos hace quince años. Pues bien, ese error ha sido de todos. Asumámoslo con solidaridad. Cerremos filas. Y, en consecuencia, habrá que admitir que si somos solidarios en el error, tenemos que serlo también en sus consecuencias. Si unos países de la zona euro, por no poder devaluar su moneda, se ven asfixiados por los mercados, tenemos que salir todos en su ayuda. Alemania no puede aceptar las ventajas del euro y rechazar sus inconvenientes. No puede permanecer impasible mientras ella financia su deuda pública al 1% y otros países de la zona euro al 6%. ¿A qué espera Alemania? ¿A que nos empobrezcamos todos y a que entonces pueda comprarnos a buen precio?
Se anuncian medidas de solidaridad: la unión bancaria, la unión fiscal, e incluso la mutualización de las deudas soberanas, mediante la emisión de eurobonos. Pero todo esto puede que llegue a medio y a largo plazo. A cortísimo plazo necesitamos que el Banco Central Europeo compre masivamente nuestra deuda pública, para así acabar con la especulación. ¿Se conseguirá? Me consta que Rajoy se está empleando a fondo. Pero, personalmente reconozco que tengo mis dudas. A veces me abruma la sensación de que a España le están marcando la política económica sus peores enemigos. Por eso creo yo que habría que empezar adoptando cautelas. Nuestro gobierno tendría que plantearse comenzar a mirar hacia dentro, y establecer un plan B, en el que se confíe, exclusivamente, en nuestras propias fuerzas como nación. Tendríamos que empezar a decirnos que si no somos capaces de salvarnos por nosotros mismos, nadie nos salvará.
Esto seguramente supondrá dejar de pensar en el euro, y dejar de esperar la magnanimidad de la señora Merkel y sus seguidores. Quizás tampoco vendría mal que el resto de Europa comprendiera que España pudiera decidir intentar salvarse con sus propias fuerzas. No sería la primera vez que lo hacemos. Y tampoco sería la última.
Fuente: La Verdad (Opinión – Así me parece)
Autor: Juan-Ramón Calero Rodríguez – Abogado del Estado
Nuestro Gobierno, presidido por Rodríguez Zapatero, se equivocó en el año 2008 al no querer reconocer la realidad y la gravedad de la crisis. Perdimos un tiempo valiosísimo. En mayo de 2010, el presidente del Gobierno, presionado por Europa, reconoció su error y cambió su política, afrontando una serie de reformas muy necesarias, pero muy impopulares, que terminaron causando la ruina electoral del PSOE. En ese momento, nuestra oposición, presidida por Rajoy, también se equivocó. Debería haber apoyado las reformas del Gobierno Zapatero, por simple patriotismo. Y no lo hizo. Eta semana, en la sesión de control, algunos diputados le han recordado a Cristóbal Montoro cuando en esos tiempos, por los pasillos del Congreso, les iba diciendo a los otros grupos parlamentarios que no apoyasen al Gobierno de Zapatero, que dejasen que España se hundiera, y que ya vendría después el PP a salvarla.
Nuestro actual Gobierno, presidido por Rajoy, se ha equivocado al acusar públicamente al Gobierno anterior de falsear las cifras del déficit, pues esto no ha restado mucha credibilidad como Estado ante la Unión Europea. Y nuestro presidente se ha equivocado demorando la aprobación de los Presupuestos, para que las medidas duras no impidieran la victoria electoral de Javier Arenas en Andalucía. Nuestro Gobierno se ha equivocado desprestigiando ante toda Europa al Banco de España. Y se ha equivocado al gestionar la crisis de Bankia. Y se ha equivocado al mostrarse arrogante antes quienes acababan de autorizar un crédito a nuestra disposición de 100.000 millones de euros.
Algunos podrían recordarnos todavía más errores. Y seguramente tendrían razón. Pues bien, los españoles los asumimos todos. Todos son nuestros, independientemente de que procedan de Zapatero, de Rajoy, del Banco de España, de los gestores de Bankia, o de la codicia que nos obnubiló a todos durante años. Todos los errores son nuestros y estamos dispuestos a pagar por ellos.
Ahora bien, del mismo modo que reconocemos nuestras culpas, también tenemos derecho a exigir solidaridad a nuestros socios de la Unión Europea. Porque no todos los errores han sido nuestros. Como tampoco lo han sido los de Grecia ni de Italia. Por el contrario, ha habido errores muy importantes que deben ser asumidos por todos los europeos, porque de ellos todos somos culpables. También Alemania. El principal de ellos, la implantación del euro. Si la soberbia nos lo permite, ya va siendo hora de que la señora Merkel y sus acólitos reconozcan abiertamente de haber implantado una moneda única sin un gobierno económico único. Establecer una moneda única para países de tan distintos sistemas económicos y de tan diferentes culturas, sin un gobierno económico único, fue un tremendo disparate. Algunos ya lo advertimos hace quince años. Pues bien, ese error ha sido de todos. Asumámoslo con solidaridad. Cerremos filas. Y, en consecuencia, habrá que admitir que si somos solidarios en el error, tenemos que serlo también en sus consecuencias. Si unos países de la zona euro, por no poder devaluar su moneda, se ven asfixiados por los mercados, tenemos que salir todos en su ayuda. Alemania no puede aceptar las ventajas del euro y rechazar sus inconvenientes. No puede permanecer impasible mientras ella financia su deuda pública al 1% y otros países de la zona euro al 6%. ¿A qué espera Alemania? ¿A que nos empobrezcamos todos y a que entonces pueda comprarnos a buen precio?
Se anuncian medidas de solidaridad: la unión bancaria, la unión fiscal, e incluso la mutualización de las deudas soberanas, mediante la emisión de eurobonos. Pero todo esto puede que llegue a medio y a largo plazo. A cortísimo plazo necesitamos que el Banco Central Europeo compre masivamente nuestra deuda pública, para así acabar con la especulación. ¿Se conseguirá? Me consta que Rajoy se está empleando a fondo. Pero, personalmente reconozco que tengo mis dudas. A veces me abruma la sensación de que a España le están marcando la política económica sus peores enemigos. Por eso creo yo que habría que empezar adoptando cautelas. Nuestro gobierno tendría que plantearse comenzar a mirar hacia dentro, y establecer un plan B, en el que se confíe, exclusivamente, en nuestras propias fuerzas como nación. Tendríamos que empezar a decirnos que si no somos capaces de salvarnos por nosotros mismos, nadie nos salvará.
Esto seguramente supondrá dejar de pensar en el euro, y dejar de esperar la magnanimidad de la señora Merkel y sus seguidores. Quizás tampoco vendría mal que el resto de Europa comprendiera que España pudiera decidir intentar salvarse con sus propias fuerzas. No sería la primera vez que lo hacemos. Y tampoco sería la última.
Fuente: La Verdad (Opinión – Así me parece)
Autor: Juan-Ramón Calero Rodríguez – Abogado del Estado
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