domingo, 1 de agosto de 2010

"Grotesco"


Recientemente vi en la televisión una sesión del Senado en Madrid. El senador que en ese momento ocupaba la tribuna hablaba en catalán. Los demás senadores llevaban puesto el pingajillo para escuchar la traducción simultánea al castellano. A mí aquello me pareció esperpéntico, imbécil y grotesco. Adaptar el Senado a traducciones simultáneas, pagar a traductores (traductoras) e intérpretes para traducir del catalán al castellano lo que dice un senor que habla el castellano como tú y como yo, sólo para demostrar la importancia de la lengua catalana, me parece estúpido y aberrante, lo mismo que en el caso de vascos y gallegos que también quieran intervenir en su lengua vernácula en el senado, aunque todos ellos hablan castellano como mínimo como segunda lengua materna. En vez de alegrarse de que Espana cuente con una lengua común a todas sus regiones o autonomías, prefieren, como paletos políticos y lingüisticos, hablar en la lengua vernácula en un gremio como el Senado que está más para coordinar que para separar.No saben esos caballeros que el castellano nació hace más de un milenio como “coiné” o lengua común, fomentada por vascos, aragoneses y catalanes, desde sus raíces ibéricas y el latín vulgar, para poderse entender en sus negocios. El castellano, después llamado español por su extensión por toda la Península, fue, como el sabir, aquella lengua fraguada como "lingua franca", muchos siglos antes, por pueblos mediterráneos como los fenicios, los griegos, los romanos utilizándose todavía desde los siglos XIV a XIX por los marinos y mercaderes del mar.

El gran y costoso problema que tiene la Unión Europea (así como el parlamento europeo y la corte europea de Justicia) es el de las barreras lingüísticas. Millares de folios han de ser traducidos a numerosos idiomas, millares de traductores (-as) e intérpretes se requieren para traducir las intervenciones de los representantes de países que sólo saben su idioma, y nosotros que tenemos una lengua común, que se habla en medio mundo y que aprenden millones de extranjeros, nos ponemos a traducir las palabras de un catalán que sabe perfectamente el español ( de un vasco o un gallego, da lo mismo). Por mucho que le pese, también él ha mamado esta lengua. ¡Que no nos tomen el pelo ni nos toquen el bolsillo con estas gilipolleces!

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