El PP lo quiere todo menos una España no dominada por él. Cuando Manuel Fraga dirigía Alianza Popular, la matriz del partido de las gaviotas, su oposición al gobierno de Felipe González era casi británica. Fraga quería realmente reconvertir al franquismo en un partido conservador en el marco de la nueva democracia. Desde sus tiempos de embajador en Londres, el Fraga del bombín ya había empezado a distanciarse del concepto del Movimiento. Veía el futuro. No es que Fraga sea un demócrata de toda la vida: sus tiempos como alto jerarca de la Falange y como ministro del sátrapa de El Pardo no pueden borrarse, pero sí superarse. Y eso es lo que hizo Fraga Iribarne. Con Aznar y el nuevo partido PP, entró en la todavía joven democracia española un espíritu de confrontación y de usurpación de lo nacional como señas de identidad del Partido Popular. Aznar nunca ha disimulado sus simpatías por José Antonio y por Onésimo Redondo y sus fórmulas de “conquista del Estado”. El propio Aznar ha confesado que no votó a la Constitución.
El nuevo dirigente de los populares, Rajoy, en un principio nombrado a dedo por Aznar, después consolidado en el cargo por un congreso extraordinario del PP, quiere seguir los pasos de Aznar y los que le marca el partido, con una mayoría ultra conservadora, con poco espacio para la democracia liberal. Con su silabeante forma de hablar, lanzando sus palabras como agudos dardos envenenados contra el presidente del Gobierno José Luís Rodríguez Zapatero, Rajoy no construye en el Congreso, sino que sólo destruye. Que se sepa, el PP no ha presentado hasta ahora en el Congreso ni una sola propuesta para ayudar a solucionar la crisis –un deber patriótico-, ni para mejorar nada de lo que critica al Gobierno, estando apoyado en su cinismo por dos atractivas damas, la portavoz pepera parlamentaria, Soraya Sáenz de Santamaría y la número dos del partido, María Dolores de Cospedal.Hasta ahora –véase la Educación- el PP viene rechazando cualquier pacto de Estado en asuntos que importan a toda España.
Rajoy se ha radicalizado porque así lo quiere el partido, con voluntad de Movimiento Nacional. Está estrechamente ligado a la Iglesia nacionalcatólica e incluso no desprecia para sus tácticas o fines a los grupúsculos franquistas, a lo que tal vez el PP espera integrar algún día en su seno. De momento le hacen el juego sucio, como en el caso del juez Garzón, tal vez acosado más por su intervención en el escándalo de corrupción Gürtel que por querer investigar los crímenes del franquismo. También el PP de Rajoy usurpa para sus manifestaciones contra el Gobierno los símbolos, que son de todos los ciudadanos españoles: la bandera y el himno nacional. No me cabe duda, el PP tiene vocación de movimiento nacional, la pregunta es si lo logrará con un Rajoy al frente.
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