Dejando a un lado lo folclórico, España no se diferencia de los países transpirenaicos, como Francia o Alemania. Las aspiraciones de los españoles son las mismas que la de los franceses o alemanes: libertad, paz, trabajo, seguridad y bienestar.
Actualmente, Alemania, con una población de 82 millones de habitantes, tiene un paro de 3, 568 millones de personas. En España, el número de parados es de 4.048.493 (con una población de 44.780.964 habitantes). Pero el triste fenómeno del paro no es cifras de estadísticas. Detrás de los números se encuentran personas de carne y hueso, con anhelo de estabilidad económica, que les permita una vida normal y participar en la corriente social, sin tener que temblar antes los fines de mes. La mayoría de los parados en Alemania o en España viven en lo que los sociólogos llaman el umbral de la pobreza. Cierto es que Alemania aún dispone de una segura red social que evita el empobrecimiento, pero el parado tiene que hacer muchos sacrificios para que el dinero le alcance para cubrir sus gastos esenciales o mantener a una familia. La situación no va a mejor si por motivos de ahorro, el Gobierno federal alemán recorta las prestaciones sociales. También en España existe entretanto una red social que evita la caída en picado en la pobreza, pero que no es suficiente para cubrir las necesidades de las personas sin trabajo.
También en Francia o en Alemania existen bolsas de pobreza, pero no llegan al extremo de España con sus nueve millones de pobres. Para los pobres debe ser un escarnio ver la publicidad en la televisión, donde nos ofrecen lo mejor de lo mejor y los automóviles cada vez más modernos, más rápidos, a adquirir con toda clase de facilidades. La pobreza es un foco, no sólo de desesperación, sino también, en casos extremos, de delincuencia, de tráfico o consumo de drogas. Los pobres son también ciudadanos y tienen derecho a una vida más digna. El problema se palia por numerosas organizaciones asistenciales, pero la caridad no puede ser la solución. Es preciso un amplio y profundo programa por parte del Gobierno de la Nación junto con los gobiernos autonómicos, también aquellos regidos por el PP, coordinado con los sindicatos y con todas las organizaciones que actualmente se ocupan solas del problema.
¿De qué nos sirven los éxitos de nuestros deportistas en el Extranjero con nueve millones de pobres en nuestro territorio? El merecido prestigio de España por las proezas de nuestros atletas queda bastante arañado en estas deprimentes circunstancias de nuestra sociedad.
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