Confieso que la economía no es mi fuerte. Cuando oigo a los expertos hablar de las bolsas, del Fondo Monetario Internacional (FMI), de política crediticia, de aumentar o bajar los impuestos en la crisis que vivimos, tengo que hacer grandes esfuerzos para saber de qué va la cosa.
Yo solamente veo a personas que tienen que pagar una hipoteca o un alquiler y que, a fin de mes, no saben de dónde sacar el dinero. Otras tienen además problemas para pagar la factura de la luz y del agua y, desgraciadamente, no pocas se las ven y se las desean para echar algo a la bolsa de la compra. Y no digamos del autónomo o el empresario pequeño o mediano (pyme: pequeña y mediana empresa) que comprueba que gasta más dinero que el que entra y que no tiene para pagar el salario o sueldo a sus trabajadores o empleados, y tiene que proceder a despedirlos, con lo cual aumenta la fatídica cifra del paro.
Yo creo que la ciudadanía no quiere oír formulas de especialistas, sino ver resultados. Cuanto más complicado se hace el lenguaje de los políticos economistas peor van las cosas. Los ciudadanos quieren un gobierno y una oposición que saquen, juntos, a España del lodazal económico, que trae consigo esos 4 millones 600 mil parados, una cifra indigna par a un país que se cuenta entre los más industrializados del mundo. ¿Por qué no es posible en España lo que ha sido posible en Portugal: los líderes políticos se han puesto de acuerdo para salvar a Portugal aunando esfuerzos.
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