Estoy fundamentalmente en contra de la prohibición de partidos. La ilegalización de formaciones políticas en una democracia sólo debe darse si dichas formaciones son violentas o sirven de sostén político a organizaciones terroristas.
Cuando un gobierno prohíbe a un partido de extrema derecha o radical de izquierdas, está dando testimonio de la incapacidad de contrarrestar la acción de esos partidos con medidas políticas. Es también muy difícil ilegalizar cuando los partidos antidemocráticos se camuflan y se guardan mucho de actuar en contra de la Constitución. Es lo que le ocurre al gobierno federal alemán con la deseada ilegalización del partido (neonazi) nacional alemán, NPD.
En estos casos los electores son más efectivos que las autoridades. Con su voto destierran a los partidos extremistas del parlamento. Por lo demás, un partido ilegalizado ya no es visible, se esconde en la clandestinidad, desde donde puede hacer más daño a la sociedad democrática.
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