No hay dos Españas, como algunos interesadamente quieren hacernos creer (temer). Hay una sola España, cuya sociedad se preocupa por el paro, la vivienda, la seguridad, el buen funcionamiento de las instituciones y de la red social, así como por una efectiva asistencia médica. Al igual que en la mayoría de los demás países democráticos europeos, la sociedad se articula en torno a dos grandes fuerzas políticas y con su voto envía al final de la cola a los grupúsculos extremistas. Como en los países democráticos europeos, nadie pierde el sueño por la existencia de neonazis o neofascistas.
En la Europa democrática también se dan duros debates parlamentarios entre el gobierno y la oposición, que expresan el rechazo de los planteamientos de la otra parte. Pero esta dureza no genera odio. Los parlamentarios son colegas en los pasillos. No hay dos Españas como quieren hacernos creer los maniqueos de la derecha, que sólo ven lo malo en la izquierda. Tampoco debe verse lo malo sólo en la derecha, si funciona debidamente el sistema de partidos. Quizá, después de 40 años de dictadura, sin partidos políticos y sin vida parlamentaria, algunos tengan que aprender todavía las reglas del juego democrático.
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