¿Quién les iba a decir a los paupérrimos mineros de Gales, por poner un ejemplo (Inglaterra), que mataban sus escasas horas fuera de la mina, jugando con una pelota, que en el siglo XXI, el football o fútbol se convertiría en el deporte que más millones mueve en el mundo. (500 millones de dólares). Y donde hay mucho dinero en juego, tampoco falta la delincuencia o la corrupción, aunque en el caso del fútbol hay que decir que los negocios no son ni más ni menos sucios que en otros sectores económicos.
El fútbol existe como institución deportiva desde 1863, tras la creación de la Federación Inglesa de Football. Hoy, el balompié está representado a nivel internacional, por la FIFA y a nivel europeo por la UEFA.
El fútbol cumple con el objetivo de unir a los pueblos a través de un deporte activo que despierta fuertes emociones y pasiones, hasta el punto de que en el entusiasmo de los hinchas puedan introducirse conductas nacionalistas, que son ahogadas por la actitud del público y, si es preciso, por las fuerzas de seguridad. Todavía resuena en nuestros oídos la monumental acogida en Madrid de La Roja. Dominaba lo festivo, aunque siempre hay quienes piensan que “río revuelto ganancia de pescadores.” En el balompié “la política” tiene lugar en despachos, que el público no puede ver.
Un motivo de fricción son los fichajes. Se barajan sumas de hasta 300 millones de euros. El jugador no recibe, por supuesto, todo ese dinero. Al jugador de profesional de primera división suelen pagarse primas (a veces millonarias) y unos 100.000 euros al año de sueldo fijo (aunque todo depende de las condiciones del contrato firmado con el club). A esta cantidad se suman ingentes ingresos a través de la publicidad.
Entre un torero y un futbolista existe una esencial diferencia: el futbolista no se juega la vida. El torero, sí. En el campo pueden ocurrir accidentes, algunos incluso letales. El torero, cuando besa sus crucifijos y sus estampitas, no descarta su muerte. Ojalá que el fútbol desaloje las plazas de toros.
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