Un albañil alemán de 38 años encontró un pequeño tesoro valorado en más de 100.000 euros cuando se disponía a reformar un piso en Hannover.
Según el diario „Hannoversche Allgemeine Zeitung“, el alicatador arrancó el suelo de PVC de la cocina para poder solarlo con plaquetas y, cual no sería su sorpresa, cuando descubrió varias bolsas de plástico escondidas en un hueco del revestimiento. Al principio pensó que se trataba de basura, pero no. En su interior había un gran número de barras y monedas de oro, así como cubiertos de plata.
El alicatador no salía de su asombro. Nunca había visto de cerca, ni mucho menos tenido en sus manos, una tal cantidad de metales preciosos.
El hombre, muy honesto él, informó del hallazgo a su empleador, una empresa familiar de construcción, reformas y administración de fincas, la cual -a su vez- se lo comunicó a los herederos del antiguo propietario del piso que había fallecido hacía poco.
Su jefe le felicitó personalmente por su honradez que le granjeó también el aplauso general de sus compañeros. Aunque algunas voces le tacharon de idiota por no quedarse con esos caudales caidos del cielo que hubiesen podido hacer más fácil su día a día.
Lo que no se sabe es si los herederos del creador del peculiar escondrijo agradecieron con un donativo la integridad del trabajador. Al parecer, le pidieron a su patrón sus datos personales, pero no ha trascendido cuál fue el motivo de su curiosidad.
Margarita Rey
Según el diario „Hannoversche Allgemeine Zeitung“, el alicatador arrancó el suelo de PVC de la cocina para poder solarlo con plaquetas y, cual no sería su sorpresa, cuando descubrió varias bolsas de plástico escondidas en un hueco del revestimiento. Al principio pensó que se trataba de basura, pero no. En su interior había un gran número de barras y monedas de oro, así como cubiertos de plata.
El alicatador no salía de su asombro. Nunca había visto de cerca, ni mucho menos tenido en sus manos, una tal cantidad de metales preciosos.
El hombre, muy honesto él, informó del hallazgo a su empleador, una empresa familiar de construcción, reformas y administración de fincas, la cual -a su vez- se lo comunicó a los herederos del antiguo propietario del piso que había fallecido hacía poco.
Su jefe le felicitó personalmente por su honradez que le granjeó también el aplauso general de sus compañeros. Aunque algunas voces le tacharon de idiota por no quedarse con esos caudales caidos del cielo que hubiesen podido hacer más fácil su día a día.
Lo que no se sabe es si los herederos del creador del peculiar escondrijo agradecieron con un donativo la integridad del trabajador. Al parecer, le pidieron a su patrón sus datos personales, pero no ha trascendido cuál fue el motivo de su curiosidad.
Margarita Rey
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