Jesús Bárcenas (Caja Castilla-La Mancha)
El arte de invertir en negocios ruinosos
A Jesús Bárcenas (Valdepeñas, Ciudad Real, 1953) no se le puede echar en cara que se enriqueciese durante el tiempo en que fue vicepresidente de la Caja Castilla-La Mancha (CCM). Los 23.000 euros de multa que le impuso la Audiencia Nacional tras la investigación iniciada por el Banco de España, una vez se hizo cargo de aquella ruina, únicamente castigan las deficiencias en el control interno de la entidad y la asunción de riesgos excesivos.
De hecho, Bárcenas ya había desparecido de la escena para el momento en que la CCM era intervenida en marzo de 2009: presentó su dimisión un mes antes aleando “desacuerdos ene la gestión” de su presidente, Juan Pedro Hernández Moltó, razón por la que ya entonces llevaba casi un año sin firmar las cuentas que le presentaban.
Ni siquiera su jefe, que siempre presumió de su “modesto” sueldo de 150.000 euros anuales, está acusado de salir de allí con los bolsillos llenos, aunque, a la hora de la verdad, eso no impidió que los técnicos del Banco de España sólo hallasen telarañas en la caja fuerte.
La Caja Castilla-La Mancha fue la primera víctima del empacho de ladrillo y la servidumbre ciega a los gobiernos regionales, pero su (mal) ejemplo no fue tenido en cuenta, como se comprobó un par de años después. Su apuesta por dos faraónicos y absurdos proyectos, el aeropuerto de Ciudad Real –por el que apenas pasaron 100.000 pasajeros en los tres años que duró abierto- y el Reino de Don Quijote –un complejo con hoteles de lujo, miles de viviendas, campos de golf y hasta casino, que entró en concurso de acreedores- constituye la mejor prueba de su desquiciada política de inversiones.
Tampoco puede decirse que el papel de Bárcenas en la CCM fuese testimonial, pero sí que destinaba a la caja una mínima parte de sus energías, que invertía mayoritariamente en sacar adelante su empresa familiar y en la dirección nacional de la patronal de pequeñas y medianas empresas (Cepyme) y la vicepresidencia de las grandes, CEOE.
Una vez dejó la caja, Jesús Bárcenas se empleó a fondo en la pelea que mantenía con el entonces presidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, a quien llegó a pedir públicamente que dimitiera del cargo, envuelto como estaba en el escándalo del hundimiento del Grupo Marsans. Esa rebeldía le costaría el puesto en Cepyme, aunque tendría que esperar poco para ver pasar el cadáver de su adversario.
Tras la derrota, se refugió en su negocio, una empresa de instalaciones eléctricas que su abuelo fundó en 1908 en Valdepeñas. Mejorada y ampliada por él, y con buena parte de responsabilidad traspasada ahora a uno de sus hijos, ingeniero industrial, la firma que lleva su nombre da trabajo a un centener de personas.
Se trata de una persona respetada en esa localidad. En opinión de Felipe Pérez, secretario provincial de CCOO, Bárcenas es “un hombre de relevancia pública. En su pueblo ha cultivado su imagen y ha tenido cuidado de mantener esa consideración pública”. Prueba de esa preocupación es la convocatoria anual del concurso de pintura que lleva su nombre y que, el año pasado, en su cuarta edición, dejó desierto el primer premio, dotado con 18.000 euros.
Es difícil adivinar qué haría Bárcenas si se le presentase la oportunidad de volver a saltar al ruedo, pese al mal sabor de boca que le dejó su etapa de representación empresarial: siempre ha reconocido su aspiración a ser alcalde de Valdepeñas, donde una vez fue concejal, con el PP.
De momento, está centrado en el trabajo y la familia. Cuando tiene un rato baja al bar a tomar el café con los amigos y los domingos no pierde su misa. Su agenda, llena de contactos, permanece cerrada y el móvil ya no le suena tanto como antes.
FIN
El arte de invertir en negocios ruinosos
A Jesús Bárcenas (Valdepeñas, Ciudad Real, 1953) no se le puede echar en cara que se enriqueciese durante el tiempo en que fue vicepresidente de la Caja Castilla-La Mancha (CCM). Los 23.000 euros de multa que le impuso la Audiencia Nacional tras la investigación iniciada por el Banco de España, una vez se hizo cargo de aquella ruina, únicamente castigan las deficiencias en el control interno de la entidad y la asunción de riesgos excesivos.
De hecho, Bárcenas ya había desparecido de la escena para el momento en que la CCM era intervenida en marzo de 2009: presentó su dimisión un mes antes aleando “desacuerdos ene la gestión” de su presidente, Juan Pedro Hernández Moltó, razón por la que ya entonces llevaba casi un año sin firmar las cuentas que le presentaban.
Ni siquiera su jefe, que siempre presumió de su “modesto” sueldo de 150.000 euros anuales, está acusado de salir de allí con los bolsillos llenos, aunque, a la hora de la verdad, eso no impidió que los técnicos del Banco de España sólo hallasen telarañas en la caja fuerte.
La Caja Castilla-La Mancha fue la primera víctima del empacho de ladrillo y la servidumbre ciega a los gobiernos regionales, pero su (mal) ejemplo no fue tenido en cuenta, como se comprobó un par de años después. Su apuesta por dos faraónicos y absurdos proyectos, el aeropuerto de Ciudad Real –por el que apenas pasaron 100.000 pasajeros en los tres años que duró abierto- y el Reino de Don Quijote –un complejo con hoteles de lujo, miles de viviendas, campos de golf y hasta casino, que entró en concurso de acreedores- constituye la mejor prueba de su desquiciada política de inversiones.
Tampoco puede decirse que el papel de Bárcenas en la CCM fuese testimonial, pero sí que destinaba a la caja una mínima parte de sus energías, que invertía mayoritariamente en sacar adelante su empresa familiar y en la dirección nacional de la patronal de pequeñas y medianas empresas (Cepyme) y la vicepresidencia de las grandes, CEOE.
Una vez dejó la caja, Jesús Bárcenas se empleó a fondo en la pelea que mantenía con el entonces presidente de la CEOE, Gerardo Díaz Ferrán, a quien llegó a pedir públicamente que dimitiera del cargo, envuelto como estaba en el escándalo del hundimiento del Grupo Marsans. Esa rebeldía le costaría el puesto en Cepyme, aunque tendría que esperar poco para ver pasar el cadáver de su adversario.
Tras la derrota, se refugió en su negocio, una empresa de instalaciones eléctricas que su abuelo fundó en 1908 en Valdepeñas. Mejorada y ampliada por él, y con buena parte de responsabilidad traspasada ahora a uno de sus hijos, ingeniero industrial, la firma que lleva su nombre da trabajo a un centener de personas.
Se trata de una persona respetada en esa localidad. En opinión de Felipe Pérez, secretario provincial de CCOO, Bárcenas es “un hombre de relevancia pública. En su pueblo ha cultivado su imagen y ha tenido cuidado de mantener esa consideración pública”. Prueba de esa preocupación es la convocatoria anual del concurso de pintura que lleva su nombre y que, el año pasado, en su cuarta edición, dejó desierto el primer premio, dotado con 18.000 euros.
Es difícil adivinar qué haría Bárcenas si se le presentase la oportunidad de volver a saltar al ruedo, pese al mal sabor de boca que le dejó su etapa de representación empresarial: siempre ha reconocido su aspiración a ser alcalde de Valdepeñas, donde una vez fue concejal, con el PP.
De momento, está centrado en el trabajo y la familia. Cuando tiene un rato baja al bar a tomar el café con los amigos y los domingos no pierde su misa. Su agenda, llena de contactos, permanece cerrada y el móvil ya no le suena tanto como antes.
FIN
Fuente: Diario Sur
Autor: José Ahumada
Nota de la Redacción:
Hace unos pocos días en el diario digital Público (publico.es) apareció un extenso artículo sobre este tema titulado “El quién es quién de los 33 imputados por el caso Bankia”. Pueden leerlo clicando el link http://m.publico.es/439247
Autor: José Ahumada
Nota de la Redacción:
Hace unos pocos días en el diario digital Público (publico.es) apareció un extenso artículo sobre este tema titulado “El quién es quién de los 33 imputados por el caso Bankia”. Pueden leerlo clicando el link http://m.publico.es/439247
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