Al menos parece que algo sí se ha aprendido en España con la crisis: la mentira es un buen negocio interior, pero se exporta mal. Ha sido, eso sí, otro aprendizaje traumático. El Gobierno ha actuado durante meses hacia el exterior con la creencia equivocada de que podían hacerlo como en el mercado nacional, o sea, como si decir la verdad no fuese un requisito. Así, se proclamaba que la banca española no necesitaba fondo de ayuda, que nadie daría órdenes a España, que esto no era un rescate, que no afectaría a la deuda, que no había condiciones impuestas desde el exterior, que no habría hombres de negro controlando la soberanía intervenida... Y naturalmente, ante cada farol, la prima de riesgo escalaba reflejando la desconfianza de los mercados. Cada mensaje fullero de Moncloa empeoraba las cosas por el efecto bola de nieve de esa desconfianza que ahora no hay modo de frenar. Y el Gobierno se declaraba perplejo por lo que ocurría, sin acabar de entender que en el exterior sencillamente no rige el mismo código nacional primario, ése en el que la mentira es un convencionalismo de uso común, un recurso cotidiano aceptado por todos, y sobre todo por los electorados. Ahí afuera manda una moral kantiana más sofisticada -a menudo una mentira basta para dimitir- y hacen pedagogía con el proverbio de que «con la mentira se puede ir, pero no se puede volver». Aquí por supuesto es de ida y vuelta.
Al final parece que el Gobierno ha aprendido la lección, y ya dice la verdad a los mercados. Eso sí, solo a los mercados. A los españoles, desde siempre tratados como menores de edad por el poder, naturalmente no. De ahí que tras el mayor recorte de la historia del país, el Gobierno haya hecho dos relatos: uno para la clientela nacional; otro en inglés para la clientela internacional. Y la diferencia es sustancial. En español, no había cifra; en inglés, el dato exacto en miles de millones; en español, el golpe a los funcionarios se restablecía en 2015; en inglés no, ya que dependía de los criterios de estabilidad; en español, se ahorraban detalles escabrosos para los más débiles; en inglés, se desvelaban con crudeza. Queda claro que el Gobierno al fin ha aprendido que en el exterior no se debe mentir. Eso que se ha avanzado. Ha sido necesario subir hasta casi 600 puntos la prima, perder el impulso de tres recortes y plegarse a un rescate condicionado para enterarse. Afortunadamente, para su tranquilidad, aquí en España se puede seguir haciendo como siempre. La mentira, ese gran icono de la cultura nacional, está a salvo. No hay que temer que se convierta, como los toros, en una especie bajo sospecha. A diario se constata que goza de una excelente salud. Ahí Europa no va a colonizar el país.
Fuente: DIARIO SUR
Autor: TEODORO LEÓN GROSS
Al final parece que el Gobierno ha aprendido la lección, y ya dice la verdad a los mercados. Eso sí, solo a los mercados. A los españoles, desde siempre tratados como menores de edad por el poder, naturalmente no. De ahí que tras el mayor recorte de la historia del país, el Gobierno haya hecho dos relatos: uno para la clientela nacional; otro en inglés para la clientela internacional. Y la diferencia es sustancial. En español, no había cifra; en inglés, el dato exacto en miles de millones; en español, el golpe a los funcionarios se restablecía en 2015; en inglés no, ya que dependía de los criterios de estabilidad; en español, se ahorraban detalles escabrosos para los más débiles; en inglés, se desvelaban con crudeza. Queda claro que el Gobierno al fin ha aprendido que en el exterior no se debe mentir. Eso que se ha avanzado. Ha sido necesario subir hasta casi 600 puntos la prima, perder el impulso de tres recortes y plegarse a un rescate condicionado para enterarse. Afortunadamente, para su tranquilidad, aquí en España se puede seguir haciendo como siempre. La mentira, ese gran icono de la cultura nacional, está a salvo. No hay que temer que se convierta, como los toros, en una especie bajo sospecha. A diario se constata que goza de una excelente salud. Ahí Europa no va a colonizar el país.
Fuente: DIARIO SUR
Autor: TEODORO LEÓN GROSS
No hay comentarios:
Publicar un comentario