El pasado día 11 se conmemoró solemnemente el décimo aniversario de los ataque terroristas contra las Torres Gemelas (Nueva York) y el Pentágono (Washington), cometidos por fanáticos musulmanes que se autoinmolaron después de secuestrar tres aviones.
Desde aquel día, el mundo occidental fue consciente de que la gran amenaza del futuro es el islam fanatizado, que, a través de la "Yihad" (guerra santa),quiere recobrar su esplendor medieval.
Uno de los países más amenazados sea tal vez España (Al Andalus), que los fanáticos consideran territorio islámico tras la permanencia de los árabes durante ocho siglos en territorios de la Península Ibérica. Según algunos imanes (predicadores), España está habitada en la actualidad por cristianos y apóstatas árabes. La apostasía es condenada por la ley islámica (sharia) con la pena de muerte.
La presencia musulmana en Europa Occidental es considerable: unos quince millones en total (dos millones sólo en Alemania y alrededor de un millón en España). Los musulmanes construyen mezquitas por doquier con la anuencia de los países receptores. Estas mezquitas pueden convertirse en centros de indoctrinación de la violencia religiosa. Los servicios de inteligencia vigilan lo que predican los imanes, en no pocos casos indoctrinadores terroristas.
En Alemania existen asocaciones de turcos con más de 200.000 miembros. Ayer mismo, nos llegó la noticia del cierre de la mezquita de un pueblecito del sur de España, por orden del alcalde. Los musulmanes rezan ahora en un aparcamiento, donde escuchan las pláticas del imán.
Cierto que no se puede meter a todo el mundo en el mismo saco. Un gran número de musulmanes que viven fuera de su tierra sólo desean ganarse el sustento. Pero este argumento no exime al mundo occidental, no sólo de reconocer, sino de combatir eficazmente el peligro islámico, atacándole allí donde tenga sus bases, por encima de intereses económicos relacionados con el petróleo.
Desde aquel día, el mundo occidental fue consciente de que la gran amenaza del futuro es el islam fanatizado, que, a través de la "Yihad" (guerra santa),quiere recobrar su esplendor medieval.
Uno de los países más amenazados sea tal vez España (Al Andalus), que los fanáticos consideran territorio islámico tras la permanencia de los árabes durante ocho siglos en territorios de la Península Ibérica. Según algunos imanes (predicadores), España está habitada en la actualidad por cristianos y apóstatas árabes. La apostasía es condenada por la ley islámica (sharia) con la pena de muerte.
La presencia musulmana en Europa Occidental es considerable: unos quince millones en total (dos millones sólo en Alemania y alrededor de un millón en España). Los musulmanes construyen mezquitas por doquier con la anuencia de los países receptores. Estas mezquitas pueden convertirse en centros de indoctrinación de la violencia religiosa. Los servicios de inteligencia vigilan lo que predican los imanes, en no pocos casos indoctrinadores terroristas.
En Alemania existen asocaciones de turcos con más de 200.000 miembros. Ayer mismo, nos llegó la noticia del cierre de la mezquita de un pueblecito del sur de España, por orden del alcalde. Los musulmanes rezan ahora en un aparcamiento, donde escuchan las pláticas del imán.
Cierto que no se puede meter a todo el mundo en el mismo saco. Un gran número de musulmanes que viven fuera de su tierra sólo desean ganarse el sustento. Pero este argumento no exime al mundo occidental, no sólo de reconocer, sino de combatir eficazmente el peligro islámico, atacándole allí donde tenga sus bases, por encima de intereses económicos relacionados con el petróleo.
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