Ayer me sorprendió enormemente escuchar en TV la noticia de que en España todavía existen no pocos colegios donde se practica una reliquia del pasado: la separación por sexos. A esos colegios se les conoce bajo el nombre de "colegios diferenciados".
Cuando yo era pequeñita lo normal era que los chicos estuviesen matriculados en colegios masculinos y las chicas, en femeninos. Creo recordar que, en Barcelona, la única institución de enseñanza mixta que existía a principios de los años sesenta era el Colegio Alemán.
A la salida de clase, chicos y chicas tenían sus puntos de encuentro, en donde, de manera furtiva, intercambiaban unas palabras, casi como si estuviesen cometiendo un grave pecado. Además, si se era alumno de un colegio de monjas o de frailes, había que tener mucho cuidado con los chivatos de turno, que ejercían de espías del prior o de la madre superiora. Recuerdo una vez, tendría yo unos 9 añitos, que la madre superiora me montó un enorme cirio porque su alumna preferida me había visto en compañía de un "chico" y le faltó tiempo para irle con el cuento a la madre María Blanca, a la sazón superiora del colegio Nuestra Señora del Pilar de Barcelona. El "chico" en cuestión no era otro que mi vecinito de 12 años, Carlos. ¡La mentalidad de los curas y monjas de la época era así de retorcida!
En la actualidad, los colegios diferenciados pertenecen en su mayoría (¡cómo iba a ser de otra manera!) al Opus Dei, lo que da mucho que pensar sobre las reglas de esta orden. También hay otras sectas parecidas que practican este tipo anacrónico de enseñanza, pero parece ser que ahora se ven seriamente amenazados por la crisis económica, que, en un futuro próximo, podría dejarles, junto a los centros concertados, sin subvenciones, por lo que muchos de ellos se verían abocados a cerrar sus puertas.
Me pregunto qué va a suceder después de la previsible victoria del PP en las próximas elecciones generales. Puede ser que entonces vuelvan a cambiar las tornas y los colegios que empiecen a tener problemas de financiación sean precisamente los públicos y aconfesionales.
Después de más de treinta años desde la creación de los primeros colegios mixtos y la paulatina desaparición de la supremacía de la Iglesia en materia de educación, sería una pena que volviésemos al punto de partida.
Margarita Rey
Cuando yo era pequeñita lo normal era que los chicos estuviesen matriculados en colegios masculinos y las chicas, en femeninos. Creo recordar que, en Barcelona, la única institución de enseñanza mixta que existía a principios de los años sesenta era el Colegio Alemán.
A la salida de clase, chicos y chicas tenían sus puntos de encuentro, en donde, de manera furtiva, intercambiaban unas palabras, casi como si estuviesen cometiendo un grave pecado. Además, si se era alumno de un colegio de monjas o de frailes, había que tener mucho cuidado con los chivatos de turno, que ejercían de espías del prior o de la madre superiora. Recuerdo una vez, tendría yo unos 9 añitos, que la madre superiora me montó un enorme cirio porque su alumna preferida me había visto en compañía de un "chico" y le faltó tiempo para irle con el cuento a la madre María Blanca, a la sazón superiora del colegio Nuestra Señora del Pilar de Barcelona. El "chico" en cuestión no era otro que mi vecinito de 12 años, Carlos. ¡La mentalidad de los curas y monjas de la época era así de retorcida!
En la actualidad, los colegios diferenciados pertenecen en su mayoría (¡cómo iba a ser de otra manera!) al Opus Dei, lo que da mucho que pensar sobre las reglas de esta orden. También hay otras sectas parecidas que practican este tipo anacrónico de enseñanza, pero parece ser que ahora se ven seriamente amenazados por la crisis económica, que, en un futuro próximo, podría dejarles, junto a los centros concertados, sin subvenciones, por lo que muchos de ellos se verían abocados a cerrar sus puertas.
Me pregunto qué va a suceder después de la previsible victoria del PP en las próximas elecciones generales. Puede ser que entonces vuelvan a cambiar las tornas y los colegios que empiecen a tener problemas de financiación sean precisamente los públicos y aconfesionales.
Después de más de treinta años desde la creación de los primeros colegios mixtos y la paulatina desaparición de la supremacía de la Iglesia en materia de educación, sería una pena que volviésemos al punto de partida.
Margarita Rey
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