Las culturas mediterráneas son de origen fálico. Todavía hoy basta con darse una vuelta por Grecia o por Turquía y veremos a la venta los famosos priapos, unos muñecos con enormes penes en erección, siendo curioso que la magnitud vaya creciendo según nos adentramos en Turquía. En castellano (y sólo nos referimos al español peninsular: si nos adentramos en Hispanoamérica la lista de vulgarismos sexuales se hace interminable) existen numerosos sinónimos para falo o pene. En el lenguaje infantil: pilila, pilula, colita o colilla y pito.
Entre los adultos existen los siguientes sinónimos de pene: la picha, la chorra, la verga, la polla, el carajo, el salchichón o el rábano. Para las mujeres se emplea: el coño, el choto, el chocho, el chichi, el higo, la breva o la seta.
Como nota curiosa apunto que en Andalucía los jóvenes han desarrollado una nueva forma de dirigirse la palabra: Él: “Oye, chocho, ¿me prestas el móvil?” Ella: “Sí, picha. Aquí lo tienes”.
Siempre me he preguntado por qué los sinónimos de pene son en su mayoría femeninos, mientras que el órgano genital de la mujer suele ser masculino? He revuelto cielo y tierra, he consultado cuantas enciclopedias poseo, he recurrido a Google. Nada. Algunas obras de consulta me remiten al latín. Otras se van por las ramas sin aportar nada útil. Tengo la sospecha, sólo la sospecha, de que la sexualidad de los antiguos pueblos mediterráneos, y de los iberos, podría tener algo que decir en este asunto, que no es trascendental, pero ¿tiene que ser todo trascendental?
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