La historia de la llamada homosexualidad ha sido en los pasados siglos tenebrosa, horrible, un tremendo sufrimiento para la persona homosexual. Cotolengos, brutales tratamientos “psiquiátricos” como los electroshocks, los baños de agua fría, o fuertes drogas inhibidoras del sexo, estaban en el orden del día. España no ha sido una excepción, en especial durante la “varonil” dictadura franquista. (Gregorio Marañón nos enseñó a ser cautos al juzgar la virilidad de ciertos individuos, como Don Juan, pero también de aguerridos varones, que de uniforme o de paisano, iban por el mundo hispano de “machos”). Todavía hoy se sigue ahorcando a homosexuales en países árabes como Irán.
Los homosexuales se enfadan cuando los científicos señalan que la homosexualidad tiene como origen a un gen. Creen que con ello los están clasificando como enfermos. Yo no lo veo así. También los heterosexuales lo somos gracias a un determinado gen. Es la propia Naturaleza quien decide qué inclinación sexual va a adoptar el individuo. Pero existen excepciones de homosexuales que lo han sido más tarde: por convicción o por abrir más el abanico del placer sexual. Y es precisamente entre estos homosexuales donde más se da la perversión, el travestismo, el exhibicionismo y la promiscuidad. En casos extremos son llamados por los auténticos homosexuales mariconas o locas. El auténtico homosexual suele caracterizarse por su seriedad, su afán de no llamar la atención, ser un ciudadano más. No es promiscuo. Cuando uno de estos homosexuales encuentra una pareja suele llevar la vida normal de un “matrimonio”.
En cuanto al llamado “matrimonio gay”, mi opinión es que sobra la palabra matrimonio, que suena demasiado a iglesia y que hasta ahora, durante todos los siglos de nuestra era, estaba reservada a la unión de un hombre y una mujer. A mí me parece más acertada la palabra “unión”, que, por supuesto, goza de los mismos derechos y obligaciones desde el plano jurídico que el “matrimonio”. Cuando veo “matrimonios” gays y lesbianos tengo algo así como la sensación de asistir a un acto de carnaval. Los contrayentes, si afirman su derecho a la diversidad, deberán crear su propio escenario. La Naturaleza nos ha hecho diferentes: pues acatemos a la naturaleza. Ser diferente, sin embargo, no significa ser mejores o peores, tener más o menos derechos.
Confieso que en el asunto de la adopción de nenes o nenas por "homocónyuges" no tengo un juicio positivo. ?Puede alguien explicarme si no existe el riesgo de una homosexualidad adquirida en los menores homoparentales? ?No pueden crearse problemas psicológicos a los adoptados lo más tarde cuando vayan a la escuela? Allí verán cómo sus amiguitos tienen padre y madre y no, como ellos, padre y padre o madre y madre. Cómo reaccionarán los adoptados homoparentalmente cuando observen que duermen juntos y tienen relaciones sexuales sus padres-padres o sus madres-madres? ?Está la sociedad madura para asimilar también las adopciones homoparentales? Son éstas preguntas a las que desearía respuestas convincentes.
Un caso diferente de diversidad sexual son los transexuales, personas que cambian de sexo por haber nacido con el sexo equivocado. Aquí sí me gustaría hablar de un trágico error de la llamada “sabia Naturaleza”. Hoy estas personas tienen la oportunidad de corregir a la Naturaleza sometiéndose a tratamientos de hormonas y a intervenciones quirúrgicas, además de una intensa asistencia psiquiátrica y psicológica. Es escalofriante pensar en la suerte de estas personas en los tiempos que aún no eran tan tolerantes o no estaban tan informados y la medicina no estaba tan adelantada.
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