viernes, 5 de marzo de 2010
La muerte no existe
Para el ateo, la muerte no existe. Sólo existen las representaciones que la persona se hace de la muerte: la calavera o la figura envuelta en una amplia capa negra con una guadaña en la mano huesuda, por citar las más corrientes y las menos esperpénticas y simbólicas. Para el ateo la muerte existe como el inevitable hecho de que un día moriremos. Pero si se piensa a fondo, la muerte deja de existir con nosotros. Una vez cerrados los ojos para siempre, la muerte desaparece en la nada. Nadie vive su propia muerte. Sólo existe la muerte de los demás. Es nuestro Yo, si no está concienciado, el que teme a la muerte y el que se aferra a la religiones y a la creencia en el Cielo, la Gloria, el Paraíso o en la vida en el más allá. El Yo deja de existir cuando se apaga nuestro cerebro. Muertos, ya no somos. Ni siquiera tendremos la esperanza de la paz eterna. La paz eterna la hemos de disfrutar, anticipar nosotros, figurándonosla, figurándonos qué tranquilidad significa el no existir. Pero mientras estemos en el planeta, ¡a vivir que son dos días! Hemos de vivir con ética, con respeto y amor a nuestro "próximo", con un gran sentido de la resposabilidad y sintiéndonos solidarios con todos los seres que comparten con nosotros lo que llamamos vida. Pero que no nos den gato por liebre.
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