Después de haber leído en un diario alemán la biografía de la esposa de Kart Marx, Jenny, baronesa de Westfalia, quiero que conste por los siglos de los siglos que jamás fui marxista y nunca lo seré. Cada vez estoy más hastiado de los políticos de fama mundial. Todo mentira. Repasen, por ejemplo, la lista de presidentes norteamericanos, desde el principio hasta Bush. A Jefferson le gustaban sus esclavas negras. Con una de ellas tuvo al menos siete hijos.
Pero volviendo a Marx: según la biografía de su esposa, el defensor del proletariado, amaba la buena vida y era un patriarca machista, al estilo de los hombres de su época. Dejaba mucho que desear su compromiso “por los parias de este mundo”, comparado con su estilo de vida. Además, su aspecto exterior e higiene corporal eran deplorables.. En el trabajo gorroneaba de Engels, quien le escribía artículos que él sólo firmaba. En resumen: un impresentable.
Está visto que hemos de desconfiar de los mitos antiguos o actuales. Hoy que existe la tecnología necesaria, los medios de comunicación deberían asumir el deber de desmitificar a los que estén demasiado encumbrados, en el pasado o en el presente, sin que sus actos lo justifiquen. Pero eso sí, una cosa es acabar con el mito y otra calumniar.
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