¿Dónde está la extrema derecha?
Esta es la pregunta que suelen formularse los observadores y analistas políticos en España. ¿Dónde están los seguidores de Girón de Velasco, de Blas Piñar, los Guerrilleros de Cristo Rey, los falangistas de Falange Española? Sólo se les ve en las manifestaciones organizadas por el PP o por la reaccionaria Iglesia nacionalcatólica. Actos multitudinarios (que no se duerma la izquierda, la derecha más conservadora sigue siendo fuerte) organizados con toda la parafernalia propia de los fascistas: un mar de banderas nacionales (que el PP usurpa como si fuesen sólo suyas), el himno nacional (otra usurpación) y otro mar de banderas franquistas (políticamente correcto: preconstitucionales) y de símbolos fascistas. La explicación es obvia: la extrema derecha española está acogida al PP y tiene importantes valedores dentro del partido como la presidenta de Madrid, Esperanza Aguirre. En una conversación con Luis Fraga, por entonces encargado de emigración española en el Partido Popular, éste me dijo que su partido estaba orientado hacia un centro liberal, pero que tenía como lastre, difícil de eliminar, a los dinosaurios del franquismo, a los viejos y jóvenes franquistas, que formaban un dique sólido contra cualquier apertura del PP a posturas conservadoras liberales y moderadas. Desde esta conversación han transcurrido unos veinte años y no se aprecian muchos cambios internos en el PP: un sector que tiene vocación democrática y otro sector de tiempos pasados, que apuesta por el totalitarismo.
En todos los países de la Europa transpirenaica existen partidos neofascistas y neonazis, perfectamente organizados y visibles. En Francia, por ejemplo, está el frente de Le Pen, que concurre a las elecciones con muy mala suerte hasta ahora, por fortuna. En Alemania, los magistrados del Constitucional buscan con lupa rendijas que permitan la prohibición del partido neonazi NPD, que defiende a la dictadura hitleriana como una de las cumbres de la grandeza de Alemania. Miembros del NPD propagan lo que llaman “la mentira de Auschwitz”, según la cual nunca existió el holocausto, el exterminio de unos siete millones de judíos. Los del NPD celebran sus manifestaciones públicas, con svásticas (cruces gamadas) y demás decorado puramente nazi. En tales ocasiones, la policía tiene que librar auténticas batallas callejeras para separar a los nazis y los jóvenes radicales de izquierda, que arremeten armados con toda clase de objetos contra los pajarracos del tenebroso pasado alemán. En España, los nostálgicos del pasado franquista están bien protegidos, pero también –eso hay que agradecerlo al PP- hasta ahora bien vigilados y controlados por el partido de las gaviotas.
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