En Alemania se denomina “Politikverdrossenheit”, cansancio, desencanto, tedio por la política, por la cosa pública. En España se está dando un fenómeno parecido, que llamamos “indignación, aburrimiento, cabreo ciudadano por la política y los políticos.
Los ciudadanos ven cómo son aplastados derechos fundamentales, constitucionalmente adquiridos y la mayoría no comprende que las duras medidas antisociales sean absolutamente necesarias por la más que crítica situación de crisis en la que se encuentra Europa occidental. Nadie, ni socialistas ni conservadores han explicado al pueblo qué es lo que está ocurriendo. En Alemania, con mejores muelles que España, el gobierno alemán, que también está adoptando medidas de austeridad en campos sensibles como la educación y la sanidad, compensa el peso de la crisis con sus exportaciones y en lo crediticio de cara al Exterior. Si pudiese, sin la presión de otros países como Francia, siempre recelosa de su vecino en la otra orilla del Rin, el Banco Central Alemán “rescataría” (hipotecaría) por sí solo a España, país en el que Alemania tiene sustanciales intereses.
En España no existe ningún colchón. Los ciudadanos a los que afecten las medidas del gobierno conservador, dan con sus huesos en el suelo. Con razón se sienten indignados y dirigen su cólera a la clase política, a la que hacen responsables de tantas desdichas.
Admitido que España se merece unos políticos mejor preparados y más profesionales, también hemos de pensar que hemos salido de una dictadura, en la que el único político era el omnipresente dictador. Es en estos poco más de 30 años de democracia, cuando los políticos, también los procedentes de la izquierda clandestina, tienen que ir aprendiendo el oficio, rechazando definitivamente cualquier nostalgia del reciente pasado y entregándose plenamente a la política, que es el servicio por excelencia a la sociedad. Para eso es también imprescindible frenar el afán de lucro personal fácil. Esto vale para todos los partidos.
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