El gran Haber que tiene España es el Rey, representante de la Corona que encarna a la nación española. En los últimos tiempos se perciben en círculos políticos y periodísticos la pregunta de si Rajoy, carente de carisma y de popularidad en el Exterior no estará recurriendo demasiado al Rey como escudo contra la mala opinión que existe sobre España e especial en la prensa anglosajona y la alemana.
Para todo español fue lamentable el extenso reportaje que el pasado lunes publicó el prestigioso rotativo norteamericano The New York Times sobre nuestro país, con impactantes fotos de la pobreza española, que todos nosotros desgraciadamente conocemos por la prensa o la televisión. Si cuando vemos tales fotos nos invade una tristeza social, publicadas en un diario extranjero nos parecen un oprobio, el reconocimiento de que somos un país al borde de la ruina por la mediocridad que nos viene gobernando. ¿Qué habrá sentido el Rey al ver el diario cuando el día anterior había visitado al director de la publicación? A Rajoy no se le ve por ningún lado, es maestro en escurrir el bulto y dejar que el Rey de la cara y defienda a España, aunque aquí se no se trata de defender lo evidente, sino pedir más comprensión.
Los viajes del Rey no son sólo de diversión, incluida la desdichada cacería de elefantes. El Rey, cuando no lo hace para divertirse, es para defender los intereses españoles en el Extranjero, trayendo siempre sustanciosos contratos en el bolillo. Pensemos en la magna construcción del tren de alta velocidad de Medina a la Meca.
Si no tuviese al Rey, Rajoy tal vez recurriría a sus dos sacerdotisas Saenz de Santamaría y Cospedal. Todo menos dar la cara.
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