La hazaña, que parece haber salido de una película de ciencia-ficción ha estado en boca de todos estos dos últimos días. La prensa y las televisiones del mundo mundial se han volcado para darnos a conocer el acontecimiento. Son muchos los comentarios al respecto, pero yo me quedo con el de la página digital de RTVE que dice así:
“El austriaco Felix Baumgartner logró concluir este domingo con éxito su salto estratosférico desde los 39.068 metros de altitud durante nueve minutos de caída. El especialista en deportes de riesgo consiguió también romper la barrera del sonido sin ayudas mecánicas, en lo que constituye todo un récord en los límites del ser humano.
Felix, estratosférico y ultrasónico
Más alto, más lejos y más rápido. Iban a ser 36.576 metros y lo hizo a más de 39 kilómetros. El austriaco, un campeón del deporte extremo de 43 años de edad, tuvo como objetivo batir cuatro récords: el de subida en globo a mayor altura, el de salto desde la mayor altura, el de mayor velocidad en caída libre y el del número de minutos en caída libre; solo le faltó este último.
Remedando aquella frase de Neil Armstrong en la luna, lo de Baumgartner fue un gran salto para un hombre y un nuevo paso para la humanidad, en su ansia por conocer los límites del cuerpo humano.
Las marcas fueron cayendo, tras un proceso que duró algo más de dos horas y media para subir y nueve minutos y dos segundos de angustia, hasta que el saltador posó sus pies sobre la tierra. Fue el salto más alto de la historia, en los que el mundo entero se sobrecogió mientras el austriaco bajaba y era capaz de hablar al mismo tiempo.
Baumgartner rompió la barrera del sonido, más de 1.130 kilómetros/ hora, llegó a los 1.173, apenas a los 45 segundos de lanzarse al vacío, desde el soporte exterior de la cápsula, en una vista impresionante.
Un proceso minucioso
Después de nuevos retrasos, como sucedió unos días antes, la organización de la aventura dio el visto bueno para el inicio, en función de las condiciones atmosféricas. Baumgartner comenzó a subir a las 17:31 horas, con una temperatura de 19,5 grados en el interior de la cápsula, de 1.315 kilos de peso, y de 13,1 grados en el exterior.
Con esas conversaciones de sonido entrecortado, que recordaban aquellas de cuando el hombre llegó a la luna, el austriaco prolongó su ascenso durante dos horas y 33 minutos, siempre guiado desde el centro de control de Roswell (EE.UU.) por Joseph Kittinger.
Felix Baumgartner superó el anterior récord, que tenía Kittinger desde hace 52 años. El capitán de las fuerzas armadas estadounidenses se lanzó en 1960 desde los 31.300 metros, en una caída que duró cuatro minutos y 36 segundos.
A los cuatro minutos y 17 segundos, Baumgartner abrió el primero de sus paracaídas, con lo que Kittinger mantendrá esa marca. Pero el reto estaba logrado, tras unos primeros instantes en los que el austriaco pareció caer de forma un tanto descontrolada.
A los siete minutos, el delgadísimo globo, de solo 0,002 centímetros de grosor e inflado con gas helio, ya puso al intrépido deportista a más de tres kilómetros y medio. Pero eso solo era apenas el 10 por ciento de lo que tenía que ascender.
La emoción durante esas horas subió en relación inversa al descenso en la velocidad con la que el globo iba 'frenando' en su elevación, a medida que la atmósfera se iba haciendo menos densa.
Todo fue bien en la fase de subida, hasta que Baumgartner comunicó a la base que tenía algunos problemas con la calefacción de su traje. Llevaba casi una hora, estaba a más de 18 kilómetros de altura y la temperatura dentro de la cápsula era de 13,5 grados.
Fue el único pequeño contratiempo para un hombre que este domingo consiguió una hazaña espectacular que finalizó después de nueve minutos y dos segundos de un vuelo que hizo historia.
Fuente: RTVE (rtve.es)
Autor: Ramón Pizarro
A Ramón Pizarro se le olvida sin embargo señalar en su artículo que Felix Baumgartner llevaba un traje especial para poder soportar temperaturas de 70º bajo cero en el exterior de la cápsula. Además, Baumgartner estuvo respirando oxígeno puro durante horas para poder eliminar el nitrógeno de su sangre.
Pero ¿quién es Felix Baumgartner? Este singular deportista nació hace 43 años en la preciosa ciudad fronteriza de Salzburgo (Austria), cuna de Mozart, conocida por sus festivales de música y teatro.
Después de su formación profesional como mecánico-montador, trabajó durante un tiempo como mecánico de automóviles. Con 18 años se enroló por cinco años en el ejército austríaco donde le formaron como conductor de tanques y, más tarde, como paracaidista. Debido a su incapacidad para adaptarse a la disciplina militar que, según él, sólo servía para ejecutar órdenes estúpidas, se le rescindió prematuramente el contrato. Una suerte para él, ya que ese fue el inicio de su espectacular carrera en el mundo de ese deporte extremo que es el llamado “Base Jumping” (paracaidismo o salto de base).
Y uno tras otro fue ganando los mayores trofeos en esa especialidad (ver http://es.wikipedia.org/wiki/Felix_Baumgartner).
Ahora, tras 5 años preparándose para este reto, Felix Baumgartner ha cumplido su sueño: llevar a buen fin la aventura de ser el primer humano capaz de romper la barrera del sonido sin ayuda mecánica (aunque este dato está todavía pendiente de ratificación oficial, pero se da por hecho).
Los vídeos que nos ha regalado la televisión nos hacen estremecer de la misma manera que lo hicieron las de Neil Armstrong pisando como primer ser humano la luna el 21 de julio de 1969. Y a esos intrépidos astronautas las imágenes de la tierra vistas desde la cápsula espacial les debieron parecer un espectáculo impresionante, un decorado de película hecho realidad.
Desde luego, sin llegar tan lejos como los vuelos Apolo, Baumgartner parece también muy impresionado por su viaje a la estratosfera. Según declaró en una rueda de prensa al pisar tierra después de su proeza: "A veces tenemos que llegar muy alto para ver lo pequeños que somos" y agregó “cuando uno está de pie en la cima del mundo, se es demasiado humilde como para pensar acerca de los récords".
M.R.
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