miércoles, 5 de septiembre de 2012

Leído en la Prensa: Las vacas flacas



Con la comida no se juega. Esta práctica tan sencilla que nos inculcaron a la práctica totalidad de los ciudadanos durante la tierna infancia, no la respetan quienes operan en los mercados. Recientemente, la Comisión Nacional de la Competencia ha abierto un expediente contra las grandes empresas lácteas por formar monopolios y fijar precios. ¡Aleluya! Les felicitamos por su acertada decisión. Ahora bien, este no es el único cartel que han creado en la cadena alimenticia.

¿Cómo se explica usted que el litro de leche valga 0,30 € en las explotaciones de los ganaderos y 1 € en las tiendas de los consumidores? Así, sucede con el resto de los alimentos: los productores cobran 1,30 ?/kg por el pollo, mientras que los ciudadanos desembolsan 4,1 €/kg; el conejo cuesta 1,65 €/kg en origen y 5,5 €/kg en destino; los huevos: 1,39 €/2,98 €. La leche sale de las explotaciones pasteurizada. La carne, preparada para el consumo. La gran distribución nos garantiza que los productos son de granjas cercanas. Por tanto, no han tenido que asumir el coste del desplazamiento. ¡Ahora ya sabe que paga de más por lo que come! Siempre se aprende algo "nuevo".

Mientras los precios en origen continúan a la baja, las materias primas no han dejado de encarecerse. Los gastos que asumimos son superiores a nuestros ingresos (otra queja "nueva" de la que nada se ha hecho desde que empezamos a protestar y reclamar soluciones a la clase política que nos ha tocado soportar). Así, el resultado no podía ser otro. El sector atraviesa la peor crisis de su historia. El ganadero está sumido en la ruina más absoluta. Como ejemplo, baste señalar que en los años 90 se contabilizaban en España 162.370 explotaciones lácteas, mientras que ahora no se superan ni las 20.800. Sucede lo mismo con el ovino, el caprino, las abejas y los huevos.

El ganadero está en peligro de extinción y de no hacer nada, desaparecerá. Quizás, alguien piense que no le afecta. ¡Bárbaro! En nuestro país, a diferencia de otros del extranjero, garantizamos la frescura del producto. Seguimos todas las normas de calidad alimenticia. Aplicamos sistemas de trazabilidad que permiten controlar y registrar todos los procesos que se siguen en la obtención de los alimentos.

Evidentemente, estas buenas prácticas tienen un coste. Como también lo tiene y muy elevado además, la ley de bienestar animal, que nos está obligando a realizar importantes inversiones en un momento en el que los bancos, radicalmente irreconocibles respecto al pasado, no conceden créditos. Los animales del futuro tendrán un espacio más amplio en el que vivir, pero no serán muchos. Numerosos empresarios no pueden adaptarse ahora a la norma por falta de liquidez. Por ello, pedimos una prórroga.

Nos afectan otros problemas como la retirada de las ayudas y subvenciones, que en un pasado cercano nos permitieron, por ejemplo, aplicar un programa de sustitución para que los ganaderos alicantinos pudieran librar una semana al año. Este trabajo no entiende de domingos, ni de horas. Hay que alimentar al ganado todos los días. Atender los partos, aunque se produzcan a las 4 de la mañana, y otros muchos sacrificios. Al menos, la Consellería de Agricultura acaba de aprobar ayudas para mejorar la competitividad de las explotaciones ganaderas, pero deben solucionarse otros problemas.

La Política Agraria Comunitaria (PAC) nos preocupa y mucho. Pretenden imponer que la subvención se conceda teniendo en cuenta el histórico de reses. ¡¿Y así quieren potenciar nuestro sector?! ¡¿Primando la improductividad?! Solo los auténticos profesionales deberían acogerse a las ayudas, por lo que estas tendrían que concederse según la producción actual o el número de cabezas.

La falta de lógica la observamos también en un sector que últimamente es protagonista absoluto en prensa, junto a la prima de riesgo. En un momento en el que resulta tan complicado ganar dinero en Bolsa, agentes y multinacionales se están lucrando con las materias primas. ¿El problema? Que cuando habla la Bolsa, sube el pan. También se incrementa el precio de los piensos y las harinas que alimentan al ganado. La especulación con alimentos debería estar prohibida, pero nuestros queridos gobernantes ni lo aprueban ni lo piden ni esgrimen ni mú. Ni siquiera sé ya si les importamos.

Fuente: Información (información.es)
Autor: Julián Huertas

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