jueves, 11 de octubre de 2012

Tema de hoy: El flautista de Hamelín


La primera vez que vi a Mario Conde asomándose como tertuliano a las cámaras de Intereconomía me eché las manos a la cabeza.

Personalmente no tengo nada contra él, ni me va ni me viene. Cuando explotó el escándalo de Banesto (que a mi modo de ver es un asunto muy, pero que muy turbio) yo vivía en Alemania. Por aquel entonces, su imagen era incluso allí conocida.

Lo que sí puedo decir es que desde el principio yo tuve la impresión de que ese personaje era un embaucador nato, un auténtico encantador de serpientes con un gran carisma, lo que le convirtió en un auténtico peligro para algunos políticos en ambos grandes partidos. No sé si será cierta su teoría de la conspiración, pero desde luego tampoco puede del todo descartarse.

Sin embargo, los años de cárcel no parecen haber cambiado ni su carácter ni ese afán de protagonismo que le llevaron en su día donde le llevaron. Y es que Mario Conde, en lugar de quedarse quietecito y disfrutar de los muchos millones que había conseguido salvaguardar de la Justicia al haberlos puesto a tiempo a nombre de su fallecida esposa decidió, como si de una versión moderna del guerrero del antifaz se tratase, vengar las afrentas recibidas.

Empezó a prodigarse en la prensa y algunos canales de televisión privados, convirtiéndose en tertuliano habitual del programa “El gato al agua” (Intereconomía) exponiendo con mucho sentido común tesis que todos los ciudadanos de este país pueden suscribir (en contra de la politocracia, de la corrupción, del derroche en los ayuntamientos y autonomías). No tengo ni idea de si poseerá acciones de esa cadena pero, dada su omnipresencia, algunos malpensados podrían llegar a esa conclusión.

Pero él quería más. Así que se convirtió en líder del nuevo partido “Sociedad Civil y Democracia” (SCD) que se presenta a las elecciones al Parlamento gallego del próximo 21 de octubre.

No obstante, ahora todo parece apuntar a que la buena racha toca a su fin. Según el diario ABC, “la Audiencia Nacional ha ordenado el decomiso de cinco fincas situadas en Baleares y Sevilla en ejecución de la condena que le impuso en 2000 por el caso Banesto, y que en 2002 ratificó el Tribunal Supremo, que le aumentó a veinte años la pena de prisión.

En sendas resoluciones de los días 12 de mayo y 1 de octubre, la sección primera de la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional ha ejecutado definitivamente «los decomisos» fijados por la sentencia condenatoria, según han informado fuentes jurídicas.

El 31 de marzo de 2000, Mario Conde fue condenado por la Audiencia Nacional a diez años y dos meses de prisión por apropiación indebida, estafa y falsedad en el «caso Banesto», y el 29 de julio de 2002 el Tribunal Supremo aumentó la condena de diez a veinte años de cárcel.

(…) La sección primera de la Audiencia Nacional ha afirmado al ejecutar los decomisos de las fincas que «en sentencia ya quedó probado que el dinero empleado en la adquisición de esas fincas tiene su origen en las cantidades objeto de la apropiación indebida que motivo la condena”.

Hasta aquí ABC en su edición para Galicia.

Ahora, Conde se defiende de las acusaciones como gato panza arriba. Sólo le falta alegar que todo es obra de una “conspiración judeo masónica”, pero eso sería grotesco puesto que Conde es Maestro Masón desde 1981.

Según sus declaraciones al diario El Mundo, el ex banquero niega tener relación alguna con las fincas de Sevilla y Mallorca que le reclama la Audiencia Nacional. Además, "el auto de la Audiencia Nacional es nulo de pleno de derecho" ya que incurre en errores de forma y fondo "como se puede comprobar en el Registro de la Propiedad".

Y, como no podía ser de otra manera, encontró una explicación a todos sus males (sic EL MUNDO): “Finalmente (refiriéndose a Mario Conde) concluyó revelando una premonición: "alguien me dijo que acabarían echando sobre mí todo el aparato del Estado al haber decido presentarme a las elecciones".

En alemán yo le contestaría “wer es glaubt wird selig”, algo así como “a otro perro con ese hueso” o, literalmente y si se es creyente: “Bienaventurados los que creen sin ver".
Margarita Rey



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