jueves, 12 de julio de 2012

Economía: Jubilados de oro en cajas saqueadas (II)


José Luís Pego (Novacaixagalicia)
Economista brillante y jubilado de oro

No ha pasado ni siquiera un año desde su adiós a Novacaixagalicia y ese hombre que aceptaba con caballerosidad su marcha forzada se ha transformado en un ser avariciosos que, junto a otros compinches, planeaba cómo sacar el tesoro de una caja en ruinas. Es a ese José Luís Pego culto, serio, trabajador y amable al que Anticorrupción pide ahora que devuelva 1,4 millones de euros que supuestamente se agenció mejorando las condiciones de su salida de la caja. Dicho sea de paso, tampoco ha de suponerle un gran trastorno restar esa cantidad de los 18,5 millones (jubilación anticipada + indemnización + plan de pensiones) con que rentabilizó su despedida. Habrá quien siga insistiendo que Pego (Ferrol, 1957) era el hombre de paja de Julio Fernández Gayoso –para él, “Don Julio”- quien le apoyó para que alcanzara en 2006 la dirección general de Caixanova, que él presidía. Por todos era conocido ese afán de control de Gayoso –ahora descabalgado de la copresidencia de Caixanovagalicia-, que le llevó incluso a colocar en aquel consejo de administración a un representante de la Coral Polifónica de Betanzos. Lo cierto es que la llegada de Pego supuso un cambio de estilo “a la americana”, con un jefe que hablaba y atendía a los empleados y que les dirigía comunicados entusiastas en los que no faltaban las citas literarias bien escogidas.

Estudiante brillante –terminó económicas con sobresaliente-, dispuso de una beca Fullbright que no consumió por completo, tantas eran las ganas de volverse a vivir a España junto con su pareja. Ya en casa, entró en el departamento de marketing de Caixanova, desde donde empezó a escalar posiciones hasta llegar a la cumbre.

El abogado y político nacionalista Xoan Antón Pérez Lema lo recuerda “muy profesional, bastante retraído, muy riguroso y de trato exquisito”. Un hombre valorado por sus colaboradores, y de una especie completamente distinta a la de su homólogof en Caixa Galicia, José Luís Méndez. Mientras éste, más dado a saraos, confiaba en el ladrillo y utilizaba la entidad para sus manejos políticos en La Coruña, aquél lograba entroncar de una forma más sólida en la sociedad viguesa apoyando con créditos el trabajo de las pymes de los sectores industrial y pesquero. Al final, los don han terminado perseguidos: Méndez, por los restaurantes que suele frecuentar, donde se encuentra con grupos de indignados que le reclaman a voces que devuelva el dinero; Pego, sitiado en su chalé de Nigrán, adonde van los afectados por las preferentes a descargar su ira a huevazos.

Puede que tenga la culpa su afición epistolar: se dice que hay una carta dirigida a todas las sucursales en la que Pego animaba a colocar esas participaciones a los pequeños ahorradores y que constituiría la prueba de su pecado. De no ser por eso y por el empeño de Anticorrupción en afearle sus faltas, su respetabilidad permanecería intacta.

Desde que abandonó Caixanovagalicia, producto de la fusión entre Caixanova y Caixa Galicia, José Luís Pego parece hacer vida de auténtico jubilado. Atrás dejó un desaguisado que requirió una inyección de 3.665 millones del FROB y que podría necesitar otros 4.500, según los cálculos del Banco de España.

Ajeno ya a todo eso, se le puede ver pedaleando por las mañanas por el Paseo Marítimo de Vigo, un poco más calvo y delgado que antes, o cuando madruga para comprar el periódico. Lo demás son especulaciones sobre un hipotético regreso a la docencia o su participación en algún negocio inmobiliario en la ciudad.

Josep María Loza (Caixa Catalunya)
De botones a director general

Cuentan que lo primero que hizo cuando le extendieron el cheque de cinco millones, la indemnización por su marcha de Caixa Catalunya, fue ir a ingresarlo a la competencia, la otra Caixa. Estaba despechado tras verse forzado a abandonar la que había sido su casa de toda la vida. Porque, en el caso de Josep María Loza, considerar la entidad como un hogar no era una exageración.
Nació en 1949 en las propias oficinas de la caja, donde su padre trabajaba como conserje y disponía de una vivienda. Allí creció, estudió, trabajó, empezando de botones y terminando como director general.

Quizás ese origen humilde marcase su carácter e hiciese de él una persona sobria y reservada. Siguió almorzando en el comedor de empleados en lugar de pasarse al de directivos, como le correspondía, y hacía cola para retirar dinero de su cuenta.

Quienes le conocen destacan su militancia cristiana, que aunque alguna vez se manifestó en forma de beatería, como cuando cambió de sitio un par de empleados que mantenían un idilio, encauzaba en proyectos sociales. La integración de marginados a través del mercado de trabajo o la concesión de microcréditos, cuando aún no se había popularizado el término, son ejemplos de su labor altruista, según algunos su verdadera vocación.

El ascenso de Loza en Caixa Catalunya fue fruto de su buen trabajo como auditor, que le hizo ganarse el aprecio y la confianza de los directivos y del propio Banco de España. Llegó a director general en 1998 aupado por el entonces presidente, Antoni Serra Ramoneda.

En cuanto tuvo capacidad de maniobra se lanzó de cabeza al negocio inmobiliario, tan boyante en aquellos años. Sus dríticos consideran que no tenía la preparación suficiente, y de ahí que acudiese a la consultoría Boston Consulting para que diseñase un plan estratégico, que apostó por financiar aventuras urbanísticas incluso en Francia, Portugal o los Países del Este, y por la expansión de Caixa Catalunya, que abrió 300 nuevas oficinas.

La llegada de Narcís Serra a la presidencia en 2005, en sustitución de su primo, marcó el principio del fin para Loza, que soportó tres años de enconada lucha por el poder ejecutivo antes de coger la puerta. No se fue de vacío: a los cinco millones de indemnización –el equivalente de seis años de sueldo-, sumó otros cinco de su fondo de pensiones.

No hubo escándalo en su marcha, pues la desastrosa situación de la caja se conoció años después. Se fusionó en 2010 con las de Tarragona y Manresa, para formar Catalunya Caixa. En 2011 fue nacionalizada tras precisar una aportación estatal de casi 3.000 millones.

Meses después de renunciar pasó a dirigir el Consorci Hospitalari de Catalunya (CHC), un grupo hospitalario que por entonces gestionaba más de medio centener de centros de salud, Concluida esta etapa y retirado de toda vida social –a la que siempre fue alérgico-, se unió a la candidatura de Mariona Carulla para encargarse de la gestión del Palau de la Música, una ocupación sin recompensa económica pero con mucho prestigio en Barcelona.

(continuará….)

Fuente: Diario Sur
Autor: José Ahumada



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