En estos días, el condón es primer plano y primera página de los medios de comunicación por un libro en el que se cita a Ratzinger en una entrevista en la que el Papa parece admitir por fin el uso del preservativo.
Apenas apareció la “sensacional” noticia, se movilizaron los generales de Benedicto XVI, la Jerarquía eclesiástica católica, especialmente la española, para desmentirla, aduciendo que el Papa había sido mal interpretado. La Iglesia católica sigue condenando el condón. No le importan los millones de seres humanos que mueren de hambre o por el sida, en especial en el África negra. Pero estos seres sí les importan, y mucho, a los misioneros, también católicos, que viven la gran tragedia y se pronuncian por el uso del preservativo. ¿Cómo lo hacen los eminentísimos?
La Jerarquía lamentará que ya no exista la Inquisición. Ratzinger, alias Benedicto, sueña con la Edad Media. Aun así, ¡cuántos eminentes teólogos tiene sobre su conciencia el que hasta ahora fuera jefe del “Santo Oficio” vaticano! La Iglesia, montada sobre mentiras, cojea siempre detrás de la realidad y del progreso. ¡Qué lástima no poder quemar en la hoguera a tanto hereje!
Apenas apareció la “sensacional” noticia, se movilizaron los generales de Benedicto XVI, la Jerarquía eclesiástica católica, especialmente la española, para desmentirla, aduciendo que el Papa había sido mal interpretado. La Iglesia católica sigue condenando el condón. No le importan los millones de seres humanos que mueren de hambre o por el sida, en especial en el África negra. Pero estos seres sí les importan, y mucho, a los misioneros, también católicos, que viven la gran tragedia y se pronuncian por el uso del preservativo. ¿Cómo lo hacen los eminentísimos?
La Jerarquía lamentará que ya no exista la Inquisición. Ratzinger, alias Benedicto, sueña con la Edad Media. Aun así, ¡cuántos eminentes teólogos tiene sobre su conciencia el que hasta ahora fuera jefe del “Santo Oficio” vaticano! La Iglesia, montada sobre mentiras, cojea siempre detrás de la realidad y del progreso. ¡Qué lástima no poder quemar en la hoguera a tanto hereje!