Estamos siendo gobernados
por ineptos, fantasmas y faroleros, elegidos por una amplia mayoría de
los españoles, entre ellos, por despecho frente a la poco efectiva gestión del ex presidente Zapatero,
tradicionales votantes del PSOE (por
ejemplo, en Castilla-La Mancha).
En Bruselas despertarán
sonrisas irónicas los mensajes que llegan de Madrid, de boca de Cristóbal
Montoro -la voz de su amo, Rajoy- sobre la recuperación de España a partir de
enero de 2014. Lo que sí ha acogido con interés el Eurogrupo es la afirmación
de que en el próximo enero estará saneada la banca española. Esta noticia habrá
despertado asimismo el interés del sector de la construcción , de las
inmobiliarias y, en especial de quienes necesitan un crédito o una hipoteca
para adquirir una casa (o un piso). Todos deseamos que las palabras de Montoro
adelanten una realidad: construcción sin
burbujas, créditos e hipotecas asequibles y, por extensión, reducción real (no
ficticia) del número de parados, sin olvidar a las familias o individuos que
malviven por debajo del umbral de la miseria. Pero los únicos beneficiados
serán los bancos.
Frente a un gobierno
debilitado por sus grises ministros y el escaso liderazgo por parte de su
presidente, España necesita una oposición
fuerte y coherente. Una democracia sin un gobierno con planes efectivos
de acción (no sólo verbales) y sin una oposición abocada a un cambio en la gobernanza del país, es una
democracia lisiada, llena de contradicciones , también en lo judicial (véanse
los casos Urdangarin, Bárcenas, “Gürtel”
(Correa) y, en la parte socialista, los bochornosos ERES de Andalucía. En Alemania, la corrupción es, por lo demás,
de “perrilleo” (y sancionada), mientras
que en la órbita del PP se trata de sumas multimillonarias.
El PSOE debate en la
actualidad su marcha hacia el futuro. No me parece que Rubalcaba esté muy
dispuesto a emprender esta marcha, que, para él, significaría el bien merecido
pase a la reserva. Ahí tiene el ejemplo del ex presidente Felipe González, a sus 71 años ayudando al PSOE en el inicio
de nuevos caminos, con sus raíces en un pasado de logros para la clase obrera (el proletariado), y
exponiendo nuevas ideas e iniciativas para superar este difícil presente no
sólo en lo que llamamos político, sino que abarca primordialmente lo económico,
lo social y lo cultural.
La marcha hacia el futuro requiere la unidad y democracia internas en el PSOE, y la apertura, sin impedimentos, a las jóvenes generaciones de socialistas. La prensa afín al PP trata de desacreditar este recurrir a la historia del PSOE como un retorno al marxismo o al izquierdismo radical. Son no sólo arteras estas acusaciones, sino también ignorantes. De lo que se trata es que el partido socialista aprenda del pasado para tener éxito en el presente y en el futuro. El marxismo, en los tiempos modernos, no puede ser mapa de ruta, pero el
capitalismo sigue existiendo y sus métodos apenas han variado, por mucho que haya disimulado su rostro con el consumismo, que en demasiados casos ha seducido a los trabajadores que hoy se ven deshauciados por los bancos, con contratos precarios y consecuentes fáciles despidos, estafados y engañados con falsas ofertas y promesas. Ahora, con la crisis económica como telón de fondo, el capitalismo ha dejado caer su careta y nos muestra su faz más inhumana y brutal que está llevando al paulatino desmantelamiento de nuestro Estado de Bienestar, un logro conseguido por la socialdemocracia europea tras largos años de lucha obrera.
La marcha hacia el futuro requiere la unidad y democracia internas en el PSOE, y la apertura, sin impedimentos, a las jóvenes generaciones de socialistas. La prensa afín al PP trata de desacreditar este recurrir a la historia del PSOE como un retorno al marxismo o al izquierdismo radical. Son no sólo arteras estas acusaciones, sino también ignorantes. De lo que se trata es que el partido socialista aprenda del pasado para tener éxito en el presente y en el futuro. El marxismo, en los tiempos modernos, no puede ser mapa de ruta, pero el
capitalismo sigue existiendo y sus métodos apenas han variado, por mucho que haya disimulado su rostro con el consumismo, que en demasiados casos ha seducido a los trabajadores que hoy se ven deshauciados por los bancos, con contratos precarios y consecuentes fáciles despidos, estafados y engañados con falsas ofertas y promesas. Ahora, con la crisis económica como telón de fondo, el capitalismo ha dejado caer su careta y nos muestra su faz más inhumana y brutal que está llevando al paulatino desmantelamiento de nuestro Estado de Bienestar, un logro conseguido por la socialdemocracia europea tras largos años de lucha obrera.
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