Uno de los personajes del
celuloide que aterraron la juventud de mi generación, fue el Conde Drácula.
“Drácula” se basa en una novela publicada en 1897 por el irlandés Bram Stoker.
Drácula era un vampiro
que habitaba en las ruinas de su castillo en Transilvania (Rumanía). Vivía de
noche y dormía de día en su ataúd. Por la
noche recorría los alrededores de su castillo en busca de sangre fresca,
con la que se alimentaba. También atacaba a viajeros o vagabundos que
pernoctaban en su castillo y que se espantaban al ver de pronto la majestuosa
figura del Conde, envuelto en su elegante capa, y los afilados colmillos, con
los que, con un certero bocado, se procuraba la cena. Según la leyenda, que
surgió en torno a Drácula, las víctimas, al ser mordidas, también se convertían
en vampiros. Siguiendo la tradición, en la que también se basó Stoker, se
reconocía a un vampiro porque éste no se
reflejaba en los espejos. Otra creencia era que el vampiro se ponía a temblar,
se quedaba lívido y se arrugaba cuando se le confrontaba con una cruz.
También se dice que
Stoker se basó en la condesa húngara
Erzebeth Bathóri. Dicen que cuando fue descubierta se encontraron en las
mazmorras de su castillo decenas de mujeres desangradas. Los historiadores
niegan este extremo, aduciendo que era una invención de los enemigos de la
condesa. Stoker utilizó otras narraciones con personajes siniestros hasta que
fundiéndolos en un solo creó la figura del Conde Drácula. Hay otra versión, que
se dice histórica, cuyo protagonista en un duque rumano muy cruel, un déspota
cruento, llamado Vlad III que hacía empalar a sus enemigos, lo que le hizo
ganarse el apodo de “el empalador”.
Era tanto el terror que
nos causaba Drácula que llegamos a identificar a la figura de ficción con el
nombre de su intérprete en Hollywood: Béla Lugosi. Un escalofrío nos recorría
la espalda con tan sólo oír el nombre de este actor de origen húngaro.
Sea como sea, con la
aparición de la novela de Bram Stoker, se inició desde Inglaterra, pero también
desde Alemania, una corriente de “turistas del terror”, que además tenía el
propósito de cazar al vampiro y darle muerte clavándolo la estaca en el corazón
mientras dormía en su ataúd.
Posteriormente se han
rodado otras versiones de Drácula, cuya figura es magistralmente interpretada por
Christopher Lee. Pero, o ya éramos mayores cuando vimos estos filmes o ya
estábamos curtidos. Las nuevas versiones cinematográficas son más estilizadas,
más “snob”, más lujosas.
Seguro que las nuevas
generaciones se reirán si ven a Drácula y no entenderán el miedo de sus padres
y abuelos. No es que ahora las películas de horror y de violencia no vendan,
pero son distintas. Ahora las que más se llevan son las adaptaciones para la
gran y pequeña pantalla de cómics de corte americano o japonés, con seres
extraterrestres espantosos que utilizan armas desconocidas en la Tierra,
espadas de fuego y guantes de metal que lanzan rayos letales por la punta de
los dedos. Juegos de ordenador. Pero aquí, como siempre en la ficción, los
héroes son los terrícolas, que con muchos sacrificios y sufrimientos aniquilan
o expulsan de nuestro planeta a los invasores cósmicos.
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