Olvídense de la tradicional mirilla a la que pegamos el ojo para ver quién llama a la puerta. Con el desarrollo en el campo de la tecnología de uso doméstico, ni tan siquiera esa pequeña abertura, que muchas comadres utilizaban antaño para espiar las idas y venidas de sus vecinos, se ha podido salvar de los avances de la ciencia.
Ahora, pensando especialmente en la dificultad que tienen algunas personas mayores para ver con nitidez a la persona que ha pulsado el timbre desde el rellano, ya se está comercializando una mirilla digital que amplía la imagen tras la puerta.
El éxito que está teniendo se basa principalmente en su precio, que ronda los 100 euros (incluso en algunas conocidos hipermercados de bricolaje se consiguen por bastante menos), y en su fácil instalación que, por poco que no se tengan dos manos izquierdas, cualquiera puede hacer. Sin utilizar ninguna herramienta especial, se desmonta la antigua mirilla y se reemplaza por la nueva, que se fija a la puerta sin tornillos, con una simple rosca. Eso sí, teniendo buen cuidado de que la pantalla quede en la parte interior de la puerta.
Por supuesto que existen sistemas más sofisticados. Algunos tienen un sensor de movimiento y son incluso capaces de grabar a los visitantes que han llamado a su puerta en su ausencia. Se trata, como siempre, de una cuestión de precio.
Como diría don Hilarión: “Hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad.
Margarita Rey
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