Antes lo llamaban “Régimen” y tenía rostros: el del dictador y los acólitos del capitalismo. Hoy lo llaman “sistema” y los que manejan los hilos son invisibles. Para ellos, la izquierda eran los “rojos”, sus enemigos. Ahora son “antisistema” y la derecha, como siempre, su aliada, son “conservadores”. Los invisibles dominan, a través del dinero, a las naciones. Toleran la democracia siempre que sea una “tontocracia”. Poseen la mayoría de los medios de comunicación, por lo que permiten la libertad de prensa y de opinión.
El “Sistema” mina todos los poderes; es el “Gran Hermano”, que solapadamente está presente en todas partes. Para el “Sistema” no existen las personas, los destinos individuales. Sólo existen las estadísticas, las cifras en las bolsas, los “tantoporciento”. Los que manejan el sistema no se preocupan por los parados, por las familias en el umbral de la pobreza, para ellos lo principal es el lucro. Inventaron la sociedad de consumo cuando les hacía más ricos la cantidad. El Neocapitalismo (Sistema) quiere producir menos, es decir invertir menos en mano de obra y, sin embargo, ganar más. Por eso han introducido el consumo dirigido a los ricos: artículos más caros, con menos trabajadores, destinados a los pudientes. Con lo sobrante hacen rebajas, que atraen a la clase media, que también suponen ganancias.
La violencia no vale contra el Sistema, sino la solidaridad, la protesta, la negación. Los sindicatos son las principales organizaciones contra el Sistema y por un mundo mejor repartido, más justo. Los partidos de derechas son instrumentos del Sistema. El “Sistema” no es constitucional. La izquierda, si no se desparrama, es un dique de contención de los excesos del neocapitalismo. La izquierda en la democracia tiene que superar esa nueva explotación del hombre por el hombre y recuperar un sistema económico con responsabilidad social. El capitalismo ha dejado caer su máscara de “capitalismo humano” que exhibía durante el consumismo.
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